jueves, 3 de octubre de 2013

PERFIL GENERAL - I

Los complejos buques mercantes, de pasajeros y de guerra del decenio de 1990 están formados por toneladas de acero y aluminio más una gran diversidad de materiales que abarca desde los más comunes a los más exóticos. 
Un solo buque puede encerrar centenares, e incluso millares, de kilómetros de conductos y cables, y estar dotado de las más avanzadas centrales eléctricas y los equipos electrónicos más refinados disponibles en la actualidad. Deben construirse y mantenerse de forma que soporten las condiciones ambientales más hostiles y estar al mismo tiempo dotados de todo el confort y la seguridad necesarios para la tripulación y el pasaje, así como del grado de fiabilidad preciso para llevar a cabo sus misiones. 
La construcción y reparación de buques se cuentan entre las actividades industriales más peligrosas del mundo. A título de ejemplo, y según la Oficina Norteamericana de Estadísticas Laborales (BLS), la construcción y reparación de buques está considerada en todo el mundo una de las tres actividades industriales más peligrosas. Aunque los materiales, los métodos de construcción, las herramientas y los equipos se han perfeccionado extraordinariamente con el paso del tiempo y continúan evolucionando y aunque la formación y el hincapié en materia de salud y seguridad han contribuido a mejorar de manera sustancial las condiciones de trabajo en los astilleros, lo cierto es que en todo el mundo y todos los años se producen lesiones graves e incluso mortales entre los trabajadores del sector de la reparación, la construcción y el mantenimiento de buques. 
A pesar de los avances tecnológicos, muchas de las tareas y condiciones asociadas con las operaciones de construcción, botadura, mantenimiento y reparación de buques siguen siendo en la actualidad básicamente iguales que cuando se colocó la primera quilla hace miles de años. El tamaño y la forma de los componentes de un buque, así como la complejidad propia de su montaje y equipamiento, impiden automatizar los trabajos, aunque el avance tecnológico ha aportado cierto grado de automatización. Las tareas de reparación se resisten firmemente a la modernización. El trabajo en el sector exige mucha mano de obra muy cualificada, que con frecuencia se ve obligada a trabajar en circunstancias muy alejadas de las ideales y en condiciones físicas muy difíciles. 
Las propias condiciones naturales dificultan mucho el trabajo en los astilleros. Aunque unos pocos están habilitados para realizar bajo techo trabajos de construcción o de reparación de buques, en casi todos se trabaja al aire libre. No hay región climática del planeta en la que no haya astilleros, y mientras que los situados más al norte han de sufrir las inclemencias del tiempo (superficies deslizantes a causa de la nieve y el hielo, pocas horas de luz solar y consecuencias físicos derivadas de las largas horas de actividad laboral sobre superficies de acero heladas, a menudo en posturas incómodas) los expuestos a climas más meridionales han de soportar la tensión del calor, las quemaduras solares, el trabajo en superficies en las que casi se puede cocinar, las picaduras de insectos y hasta las mordeduras de serpientes. Gran parte de estos trabajos se llevan a cabo sobre el agua, bajo ella o en sus proximidades y, a menudo, a las rápidas corrientes de marea se suman los vientos que hacen cabecear y oscilar las mismas superficies de trabajo en que los trabajadores han de efectuar trabajos de gran precisión y en las posturas más variadas, utilizando herramientas y equipos potencialmente muy peligrosos para su integridad física. La fuerza de estos vientos, con frecuencia imprevisibles, hay que tenerla muy en cuenta a la hora de mover, suspender o colocar unidades cuyo peso a menudo excede las 1.000 toneladas con ayuda de una o varias grúas de izada. Son muchas las dificultades que impone el medio natural, y se combinan en una variedad en apariencia infinita de situaciones de riesgo para la salud y la seguridad que deben ser contrarrestadas por medidas preventivas especiales. 
Es vital que todos los trabajadores esté debidamente informados y formados a este respecto. A medida que el buque va tomando forma a partir de las primeras planchas de acero que constituyen la quilla, se va convirtiendo en un lugar cada vez más complejo que lleva asociado un subconjunto en constante cambio de peligros potenciales y situaciones de riesgo que requieren, no sólo procedimientos bien fundamentados para la correcta realización del trabajo, sino también mecanismos para identificar y resolver los miles de imprevistos que invariablemente surgen a lo largo del proceso de construcción. Conforme el buque adquiere entidad, van añadiéndose plataformas y andamiajes para facilitar el acceso al casco. La misma construcción real de esta red de plataformas es un trabajo muy especializado y en ocasiones peligroso; y su terminación supone un aumento del riesgo al que están expuestos los trabajadores, proporcional a la elevación de esta estructura sobre el suelo o la superficie del agua. 
El interior del buque va tomando forma al mismo tiempo que el casco, pues los modernos métodos de construcción permiten apilar unos sobre otros los grandes subconjuntos que forman los recintos interiores de la nave.

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