domingo, 31 de agosto de 2014

Medidas preventivas - Grafico

sábado, 30 de agosto de 2014

Medidas preventivas

Varias medidas, descritas en la Figura 95.8, pueden reducir la frecuencia de los accidentes por situaciones de emergencia debidas a sustancias peligrosas. En primer lugar, la adopción y aplicación de normas de seguridad en la producción y almacenamiento, transporte y utilización de sustancias peligrosas, puede reducir la posibilidad de utilización de métodos de trabajo inseguros. La formación de los trabajadores en prácticas de trabajo adecuadas y en el control de los riesgos es un elemento fundamental de la prevención de accidentes. En segundo lugar, una adecuada gestión y supervisión de los accidentes puede disminuir sus efectos. En este contexto, resulta vital la dirección del responsable, en caso de accidente, de la actuación del personal y de los trabajadores de limpieza. Es preciso supervisar y evaluar el desarrollo de la intervención de urgencia para garantizar el logro seguro y eficaz de los objetivos. 
El tercer grupo de medidas consiste en las actuaciones sanitarias realizadas durante y después de un accidente, que comprenden la prestación de los primeros auxilios necesarios en el lugar del accidente y la adopción de las medidas de descontaminación precisas. La falta de una descontaminación rigurosa de una víctima puede prolongar la absorción del agente tóxico y supone para el personal médico o de control de materias peligrosas un riesgo de exposición a consecuencia del contacto directo con el paciente (Cox 1994). Es igualmente preciso adiestrar a los médicos en el tratamiento específico de los accidentes químicos y en la adopción de equipos de protección individual. La participación de los trabajadores en el programa de vigilancia médica es una medida que puede ser utilizada para prevenir problemas de salud entre el personal encargado del control de las sustancias peligrosas. La vigilancia de la salud, permite detectar los trastornos en un estadio inicial, antes de que aparezcan efectos adversos importantes. 
Por otra parte, hace posible la identificación y vigilancia de procesos que, como las enfermedades cardiovasculares, pueden incrementar el riesgo para los trabajadores en la realización de su trabajo. Asimismo, es preciso diagnosticar las deficiencias sensoriales capaces de dificultar las comunicaciones sobre el terreno, como los defectos de visión y audición, con el objeto de determinar si constituyen un grave riesgo durante las labores de control de las sustancias peligrosas. La mayoría de las medidas preventivas se basan en la conciencia colectiva de los riesgos existentes localmente. Es imprescindible la implantación, con ayuda de personal cualificado, de planes de emergencia sobre control de sustancias peligrosas, y la correcta asignación de los recursos. La conciencia colectiva de los riesgos pasa por informar a la comunidad de los materiales peligrosos existentes en las instalaciones fijas o que son transportados dentro de la comunidad (por carretera, ferrocarril, aguas navegables o aeropuertos). 
Esta información permite a los cuerpos de bomberos y a otros organismos responsables prepararse para afrontar las situaciones de emergencias. También en las instalaciones fijas y en las empresas de transporte de materiales peligrosos se deben implantar procedimientos para su notificación urgente a las autoridades competentes. Por otra parte, el personal médico debe estar familiarizado con los riesgos potenciales existentes en su comunidad. Es preciso contar con personal médico cualificado para diagnosticar y tratar los síntomas y para prescribir un tratamiento específico para las sustancias peligrosas existentes en su comunidad. Las instalaciones fijas deben establecer enlaces con los servicios locales de urgencia, con el objeto de informarles de los posibles riesgos existentes en el lugar de trabajo y de los suministros e intervenciones precisos para controlar los posibles accidentes en dichas instalaciones. 
La formación y planificación deben ayudar a mejorar la prestación de la asistencia médica adecuada y reducir el número de muertes y lesiones a causa de los accidentes. Es igualmente posible que se produzcan situaciones de emergencia debidas a sustancias peligrosas como consecuencia de catástrofes naturales como riadas, terremotos, rayos, huracanes, vendavales y tormentas fuertes. A pesar del aparente incremento de la frecuencia de estos sucesos, se observa un escaso nivel de preparación para estas emergencias (Showalter y Myers 1994). Los esfuerzos de planificación deben hacerse extensivos a las causas naturales de las situaciones de emergencia.

viernes, 29 de agosto de 2014

Consecuencias para la salud

El personal de control de sustancias peligrosas está expuesto a diversos tipos de riesgos agudos para la salud. 
La primera amenaza para la salud viene definida por la potencial toxicidad del agente y por el posible contacto con la sangre y otros fluidos corporales de las víctimas del accidente. 
La segunda amenaza es el riesgo de sufrir lesiones físicas importantes, como quemaduras producidas por la explosión y/o el incendio resultantes de una reacción química inesperada, o como consecuencia del derrumbe de un edificio o de la rotura de un contenedor. 
El tercer tipo de efecto agudo sobre la salud, es el riesgo de sufrir estrés por calor o agotamiento al realizar un trabajo pesado, a menudo enfundados en ropas protectoras contra sustancias químicas, que reducen la capacidad corporal de enfriamiento mediante la evaporación. 
Los trabajadores con antecedentes de problemas de salud como una enfermedad cardiovascular o respiratoria, diabetes o pérdidas de la consciencia, o que tomen medicamentos que puedan menoscabar el intercambio de calor o la respuesta cardiorrespiratoria al ejercicio, corren un riesgo añadido si realizan trabajos pesados. Se dispone de escasa información relativa a las consecuencias para la salud del personal especializado en el control de urgencias producidas por sustancias peligrosas. Según el registro HSEES, 467 de las 4.034 intervenciones de control de situaciones de emergencia producidas entre 1990 y 1992, un 15 % del total, se saldaron con 446 lesiones. 
Doscientas de las personas lesionadas fueron clasificadas como personal de intervención de urgencias, incluidos bomberos, policías y personal de seguridad, personal médico de urgencias y miembros de los equipos de control de urgencias de materias peligrosas. Casi la cuarta parte del personal de intervención de urgencias (22 %) no utilizó equipo de protección individual alguno. Entre los principales efectos conocidos para la salud en las personas lesionadas estaban irritación de las vías respiratorias (37,3 %), irritación ocular (22,8 %) y náuseas (8,9 %). El 6,1 % de los lesionados habían sufrido quemaduras químicas, mientras que el 2 % habían sido víctimas del estrés por calor. Se produjeron once muertes, incluido la de un trabajador de control de urgencias. Las causas del fallecimiento de estas personas fueron traumatismos, quemaduras químicas, asfixia, quemaduras térmicas, estrés por calor y parada cardíaca. Según otros informes, los trabajadores de control de urgencias corren riesgos de sufrir lesiones graves. Se carece de una descripción sistemática de los riesgos de salud asociados con la exposición crónica a una extensa gama de materiales peligrosos y no se ha realizado ningún estudio epidemiológico de los miembros de los equipos de control de materiales peligrosos. En cambio, algunos estudios epidemiológicos sobre los bomberos que acuden a los lugares de incendio, han puesto de manifiesto la posibilidad de que estos trabajadores tengan un mayor riesgo de desarrollar distintos tipos de cáncer (Véase el artículo titulado “Peligros de la extinción de incendios” en este mismo capítulo).

jueves, 28 de agosto de 2014

Riesgos potenciales

Los riesgos potenciales asociados a las situaciones de emergencia debidas a sustancias peligrosas son específicos de cada caso y comprenden riesgos, tanto químicos como radiológicos y biológicos, que pueden estar presentes en forma de gases o vapores, aerosoles —incluidos los nebulizadores— humos, polvos o partículas, sólidos, líquidos o ambos. Los riesgos a que se enfrentan los trabajadores de control de sustancias peligrosas dependen de la potencial exposición al agente, de la reactividad (inflamabilidad, explosividad, etc.) y de la potencial toxicidad. 
En Estados Unidos, el sistema de Vigilancia de situaciones de emergencia debidas a sustancias peligrosas (HSEES) de la Agencia de sustancias tóxicas y registro de enfermedades (ATSDR), ofrece información sobre los agentes implicados en las urgencias debidas a sustancias peligrosas. El sistema HSEES es un sistema de vigilancia activa para el seguimiento de los incidentes que afectan a la salud pública (Hall y cols. 1994). El sistema HSEES se desarrolló inicialmente para suplir las deficiencias observadas en otros sistemas norteamericanos de seguimiento de fugas de sustancias peligrosas (Binder 1989). El sistema HSEES no identifica la totalidad de los vertidos, ya que los escapes puntuales ocurridos en instalaciones fijas no se registran. El registro se creó en 1990 e inicialmente abarcaba cinco estados, para extenderse después hasta alcanzar once estados. En 1993, el HSEES registró un total de 3.945 urgencias producidas por sustancias peligrosas. En otros estados del país y en otras naciones funcionan también sistemas de registro de los sucesos producidos por las sustancias peligrosas (Winder y cols. 1992). Los datos compilados por el HSEES respecto a los distintos tipos de productos químicos liberados durante las emergencias debidas a sustancias peligrosas, incluidas las causantes de lesiones durante el período de 1990-1992, muestran que la mayoría de las sustancias vertidas eran compuestos orgánicos volátiles, herbicidas, ácidos y amoníaco. El mayor riesgo de lesiones se produce durante los accidentes relacionados con cianuros, insecticidas, cloro, ácidos y bases. Durante los años 1990-1992, el 93 % de los accidentes fueron provocados por la fuga de una única sustancia química, y el 84 % tuvieron lugar en instalaciones fijas.

miércoles, 27 de agosto de 2014

PERSONAL DE CONTROL DE RIESGOS POR SUSTANCIAS PELIGROSAS

Los profesionales dedicados al control de emergencias o accidentes provocados por sustancias peligrosas pueden calificarse, de forma genérica, como personal de control de sustancias peligrosas. Un incidente o situación de emergencia producido por una sustancia peligrosa es un vertido incontrolado o ilegal, real o potencial, de una sustancia peligrosa o de sus subproductos peligrosos. Las urgencias de este tipo pueden producirse durante el transporte o en una instalación fija. Los incidentes durante el transporte pueden ocurrir como resultado de accidentes terrestres, navales o aéreos,. Las instalaciones fijas pueden ser edificios industriales, de oficinas, escuelas, explotaciones agrarias o cualquier otra estructura fija que albergue materiales peligrosos. 
Los trabajadores cuya misión principal es controlar las urgencias producidas por sustancias peligrosas, se consideran en general parte de los equipos de control de materiales peligrosos. Entre los profesionales integrantes de estos equipos figuran trabajadores del sector público como los bomberos, policía y personal de transporte, específicamente entrenados para afrontar las situaciones de emergencia debidas a sustancias peligrosas. Las instalaciones fijas, como las fábricas, las refinerías de petróleo y los laboratorios de investigación cuentan, por regla general, con equipos propios de control de materiales peligrosos adiestrados para afrontar los accidentes originados a causa de los materiales peligrosos existentes en el interior de sus recintos. En la normativa sobre medio ambiente se exige, a veces, que dichas instalaciones comuniquen a los organismos públicos cualquier incidente que ocasione un riesgo a la comunidad circundante o en el que se rebase el umbral tolerado de una determinada sustancia peligrosa. Los profesionales de la salud pública, adiestrados en la evaluación de exposiciones y en el control de materiales peligrosos, como los higienistas industriales, suelen integrarse en los equipos de control de materiales peligrosos de los sectores público o privado. 
La policía y los bomberos suelen ser los primeros profesionales en responder a las situaciones de emergencia producidas por sustancias peligrosas, dado que pueden encontrarse con fugas de este tipo de sustancias en las estructuras incendiadas o en un accidente de circulación. Estos trabajadores suelen ser los primeros que acuden al lugar del siniestro, y su responsabilidad principal es impedir la exposición del público al vertido, manteniéndolo alejado del lugar del siniestro. Esta misión se lleva normalmente a cabo aplicando métodos de control físico, como las barreras y de control de masas y del tráfico. 
Los primeros profesionales en acudir al lugar del siniestro no suelen adoptar medidas de contención o control del vertido. Estos trabajadores suelen correr mayores riesgos de exposición a las sustancias peligrosas que el resto del equipo de control de urgencias, ya que normalmente afrontan las fugas sin ayuda del equipo de protección adecuado, además de verse expuestos a emanaciones imprevistas. 
Los primeros en acudir al lugar del siniestro, suelen recabar la presencia de los equipos de control de materiales peligrosos para que asuman la responsabilidad de la contención del riesgo. En otro artículo del presente capítulo se han expuesto los problemas sanitarios específicos de policías y bomberos. La tarea fundamental de los equipos de control de materias peligrosas, es contener y controlar los vertidos. Esta labor puede entrañar serios riesgos si en el siniestro intervienen explosivos o sustancias muy tóxicas, como el gas cloro. Corresponde al jefe del equipo decidir sobre las acciones a emprender para solucionar la emergencia. 
A veces, la elaboración de un plan de control de los accidentes especialmente complicados, como el descarrilamiento de varios vagones de un tren o una explosión seguida de incendio en una planta química, es un proceso lento. En los casos en que la aplicación de medidas de control entrañe, para los equipos de control de materias peligrosas, un riesgo importante de sufrir graves lesiones, puede decidirse no adoptar medidas específicas de contención y dejar que la sustancia se vierta en el medio ambiente. La última fase del trabajo de control de emergencias producidas por sustancias peligrosas suele ser la retirada de los residuos peligrosos de dichas sustancias, que suele encargarse a personal de limpieza. En la vigente normativa de seguridad y salud en algunos países, se exige que estos trabajadores reciban una formación especial en las técnicas de control de materiales peligrosos y se sometan a vigilancia médica periódica. A veces, el riesgo de exposición que asumen estos trabajadores es mayor, ya que las operaciones de limpieza los obligan a un estrecho contacto con los materiales peligrosos. Otros profesionales, como los equipos de asistencia sanitaria de urgencia —incluidos los enfermeros de urgencias médicas, el personal auxiliar, el personal médico de las salas de urgencias y otros trabajadores de los hospitales—, se encuentran igualmente expuestos al riesgo de contacto con sustancias peligrosas.

martes, 26 de agosto de 2014

PERSONAL AUXILIAR Y DE AMBULANCIAS - II

Al igual que otros trabajadores de la asistencia sanitaria, el personal auxiliar afronta un riesgo creciente de infección por virus patógenos transmitidos por la sangre, en especial el de la hepatitis B (VHB) y, presumiblemente, el de la hepatitis C. Se hallaron marcadores serológicos de infección por el VHB en el 13 al 22 % de los enfermeros de urgencias médicas, lo que supone del triple al cuádruple de la prevalencia observada en el conjunto de la población (Pepe y cols. 1986). En una encuesta realizada se puso de manifiesto una correlación entre el riesgo de infección y el número de años de servicio en urgencias médicas. Las medidas recomendadas para la prevención del contagio del VHB y del VIH entre los trabajadores de la asistencia sanitaria, que se exponen en otro capítulo de la presente Enciclopedia, son igualmente de aplicación al personal auxiliar. 
En el ámbito de los efectos secundarios, el uso de guantes de látex como medio de protección contra los agentes patógenos en sangre, puede contribuir a un mayor riesgo de urticaria por contacto y otras manifestaciones de alergia a los productos del caucho, similares a las observadas entre los trabajadores sanitarios de los hospitales. El trabajo paramédico y en las ambulancias, que se desarrolla en ambientes peligrosos e incontrolados y obliga a tomar decisiones críticas con escaso margen de tiempo y sin el apoyo de un equipo adecuado, genera un elevado nivel de estrés laboral. La disminución del rendimiento profesional, la insatisfacción en el trabajo y la pérdida de interés en los pacientes que puede producirse a consecuencia del estrés constituyen un peligro, tanto para los prestadores de la asistencia como para el público en general. Se ha recomendado la intervención de especialistas en salud mental después de producirse algún siniestro importante u otro incidente traumático, junto con otras estrategias para reducir el agotamiento de los trabajadores de urgencias, con el objeto de mitigar los efectos destructivos del estrés en este campo (Neale 1991). Existen pocas recomendaciones específicamente orientadas a las pruebas selectivas y a la adopción de medidas preventivas entre el personal auxiliar. Todos los trabajadores expuestos a líquidos y materiales infecciosos deben vacunarse contra el virus de la hepatitis B y aprender a protegerse de los agentes patógenos en sangre. 
Los centros sanitarios de Estados Unidos están obligados a comunicar cualquier exposición no protegida de su personal de urgencias a agentes patógenos en sangre o en el aire, así como a cualquier enfermedad infecciosa poco frecuente o rara, como la tuberculosis (NIOSH 1989). En otros países existen normas legales y directrices similares (Laboratory Center for Disease Control 1995). Especial importancia reviste la observancia de las prácticas habituales en materia de vacunación contra las enfermedades infecciosas (como la vacuna triple contra la rubéola, sarampión y paperas) y el tétanos. Las pruebas selectivas periódicas de la tuberculosis se recomiendan en los casos de posibles exposiciones de alto riesgo. Se ha indicado que el diseño adecuado del equipo, la enseñanza de la mecánica corporal y la información y formación sobre los riesgos puntuales, pueden contribuir a reducir las lesiones en el levantamiento de las víctimas, si bien el ambiente en que se desarrolla buena parte del trabajo del personal de las ambulancias puede hacer ineficaces los controles mejor diseñados. 
Es preciso analizar cuidadosamente el ambiente en que se realiza el trabajo auxiliar, y suministrar las ropas y el equipo de protección adecuados. El adiestramiento en el uso de equipos autónomos de protección respiratoria, es conveniente para las personas expuestas a gases y humos tóxicos. Por último, es preciso tomar en consideración el desgaste producido por el estrés en el personal paramédico y en los técnicos de urgencias, y elaborar estrategias de formación e intervención destinadas a reducir estos efectos.

lunes, 25 de agosto de 2014

PERSONAL AUXILIAR Y DE AMBULANCIAS - I

El personal auxiliar, incluidos enfermeros de urgencias médicas y personal de transporte de las ambulancias, presta la asistencia sanitaria inicial en el lugar del accidente, siniestro o enfermedad aguda, y transporta a los pacientes a los puntos en que pueden recibir el tratamiento adecuado. Los avances del equipo sanitario y de las comunicaciones, han incrementado las posibilidades de estos trabajadores de reanimar y estabilizar a las víctimas mientras los trasladan a un centro de urgencias. El aumento de la capacidad de los enfermeros de urgencias médicas, va acompañado de la elevación de los riesgos a que se ven expuestos en el cumplimiento de sus funciones. 
El personal sanitario de urgencias trabaja en pequeños equipos, integrados generalmente por dos o tres personas que con frecuencia realizan su trabajo en instalaciones mal equipadas y de difícil acceso. En el medio ambiente de trabajo se pueden producir riesgos imprevistos o incontrolados de orden biológico, químico y físico. Las situaciones dinámicas rápidamente cambiantes y la hostilidad de los pacientes y del entorno pueden exacerbar los peligros inherentes al trabajo. En el diseño de estrategias para reducir y prevenir las lesiones profesionales, se deben tomar en consideración los riesgos para la salud del personal auxiliar. Los riesgos a que está expuesto el personal auxiliar se clasifican en cuatro categorías principales: riesgos físicos, riesgos por inhalación, exposición a agentes infecciosos y estrés. Los riesgos físicos comprenden tanto las lesiones musculosqueléticas relacionadas con las tareas profesionales, como los efectos causados por el ambiente de trabajo. 
El levantamiento de grandes pesos en posiciones difíciles es el mayor riesgo físico que sufren estos trabajadores y es responsable de más de un tercio de las lesiones. Las distensiones de espalda constituyen las lesiones más frecuentes y, según un estudio retrospectivo, el 36 % de las lesiones comunicadas se debían a distensiones lumbares (Hogya y Ellis 1990). El levantamiento de los pacientes y del equipo parecen ser las principales causas de aparición de las lesiones lumbares de espalda, dos tercios de las cuales, aproximadamente, se producen en el lugar de intervención. Las lesiones recurrentes de espalda son frecuentes y pueden provocar una incapacidad de larga duración o permanente que fuerza la jubilación anticipada de trabajadores experimentados. 
También son frecuentes las contusiones de cabeza, cuello, tronco y extremidades, los esguinces de tobillos, muñecas y manos y las heridas en los dedos. Otras causas de lesiones son los accidentes de circulación y la violencia ejercida tanto por los pacientes como por otras personas. La mayoría de los accidentes de circulación son colisiones provocadas por la premura de tiempo, la sobrecarga de trabajo, las malas condiciones meteorológicas y la formación inadecuada. Se han notificado lesiones térmicas provocadas por ambientes excesivamente fríos o calientes. El clima y las condiciones meteorológicas locales, unidos al uso de ropas o de equipo inadecuado, producen estrés por calor y lesiones por frío. Por otra parte, en el personal de servicio en las ambulancias se han observado casos de pérdida acelerada de audición provocada por la exposición al ruido ambiental producido por las sirenas, que excede de los umbrales recomendados.
La inhalación de humos y la intoxicación por gases, como el monóxido de carbono, entrañan graves riesgos de lesión respiratoria para el personal auxiliar. Aunque no es muy frecuente, estas exposiciones pueden tener consecuencias nefastas. A veces, el personal que responde inicialmente a una llamada de urgencia se encuentra mal equipado para las labores de rescate y puede ser víctima del humo y los gases tóxicos antes de recibir refuerzos y equipos complementarios.

sábado, 23 de agosto de 2014

Planificación y prevención

Si bien el medio marítimo puede ser sumamente hostil, los riesgos para la seguridad y la salud asociados a las operaciones de rescate marítimo pueden prevenirse o reducirse mediante una rigurosa política de planificación y prevención. El salvamento puede realizarse con seguridad y eficacia. 
La organización responsable del rescate debe ser plenamente consciente de la naturaleza del medio ambiente marino, conocer las características y limitaciones operativas del equipo y del personal, de los sistemas de seguridad y suministrar el equipo, la formación y la dirección necesarios. Los miembros del equipo de rescate deben estar en perfectas condiciones físicas y mentales, conocer el equipo y su funcionamiento, mantenerse alerta y dispuestos a intervenir, mantenerse hábil y conocer las peculiaridades de la situación a que se enfrentan. 
El equipo de rescate puede sufrir accidentes marítimos o de aviación que, en cuestión de minutos, puede convertirlos de salvadores en víctimas. La capacidad de supervivencia en caso de siniestro depende, en última instancia, de varios factores: 
• supervivencia al impacto 
• posibilidad de abandonar la nave 
• capacidad de resistencia hasta que se produzca el rescate 
En cada fase del esfuerzo por sobrevivir a un accidente, existen unos determinados parámetros de formación, equipamiento, ergonomía y procedimiento que permiten prolongar la supervivencia. Los equipos de rescate marítimo suelen trabajar aislados, sin apoyo cercano y, en ocasiones, a considerable distancia de la costa. Es evidente la necesidad de dotar a los trabajadores de rescate de los medios necesarios para sobrevivir en caso de accidente hasta que se les rescate. Es preciso formar, equipar y preparar a los miembros del equipo de rescate para sobrevivir en las peores condiciones.

viernes, 22 de agosto de 2014

Riesgos marítimos

Los principales riesgos del rescate marítimo son los inherentes a la naturaleza misma del medio acuático. En efecto, el personal de rescate se expone directamente a los embates del mar y debe estar preparado para salvarse a sí mismo. El ahogamiento es la causa más frecuente de muerte por accidente de trabajo en el medio marino. Los trabajadores precisan equipo de flotación especial para sobrevivir en el mar durante un cierto tiempo, e incluso los nadadores expertos precisan flotadores para sobrevivir en un mar picado. La supervivencia prolongada (más allá de unas horas) en medio de una tormenta suele ser imposible sin trajes o balsas salvavidas especiales. 
Circunstancias como las lesiones, la pérdida parcial de la conciencia, el pánico y la confusión o el miedo incontrolable reducen las posibilidades de sobrevivir en el mar. El mar tiene un mayor poder de absorción del calor corporal que el aire. El riesgo de muerte por hipotermia o ahogamiento provocado por la hipotermia aumenta rápidamente al descender la temperatura del agua a menos de 24 grados centígrados. Si la temperatura se aproxima al punto de congelación, el tiempo de supervivencia se cuenta por minutos. Sólo se puede sobrevivir en aguas frías, incluso si el mar está en calma, con ayuda de trajes o balsas salvavidas especiales. En el medio marino se registran condiciones meteorológicas extremas. El viento, la lluvia, la niebla, las nevadas y las heladas pueden ser intensos y entorpecer la visibilidad y las comunicaciones. Los equipos de rescate corren un peligro constante de mojarse con el oleaje y sus salpicaduras, con la lluvia y las gotas de agua transportadas con el viento y con el agua nebulizada por la turbulencia producida por naves y aeronaves. 
El agua, en especial salada, puede estropear el equipo mecánico y eléctrico preciso para las operaciones de vuelo y de navegación. La exposición al agua salada puede causar irritación de la piel, mucosas y ojos. Además, la ingesta de microorganismos infecciosos (especies como Vibrio) agrava el riesgo de sufrir enfermedades gastrointestinales. El agua de los alrededores de la operación de salvamento puede contener agentes contaminantes (por ejemplo, aguas fecales) o sustancias químicas nocivas para la salud humana (por ejemplo, productos del petróleo). En las aguas propicias a las poblaciones de serpientes de agua y de diversos celentéreos (como medusas) existe el riesgo de envenenamiento. Por otra parte, las ropas protectoras térmicas y contra el agua suelen ser engorrosas, entorpecen los movimientos y pueden provocar estrés por calor. 
En días soleados, los rayos ultravioleta pueden producir lesiones oculares y de la piel a los equipos de rescate. En la superficie de las grandes masas de agua, como los océanos, se suelen producir movimientos ondulantes de las olas que coexisten con la agitación de la superficie. Esto obliga a los equipos de rescate a trabajar en una plataforma inestable, lo que complica los movimientos y operaciones a la vez que entraña un riesgo constante de sufrir mareos. Por otra parte, las embarcaciones de rescate que navegan con mar gruesa suelen dar grandes bandazos que las convierten en plataformas inestables, lo que fomenta la fatiga y el riesgo de sufrir caídas y el impacto de objetos desprendidos, e incrementa la probabilidad de fallos técnicos. Por su parte, las aeronaves que operan en condiciones meteorológicas adversas, experimentan turbulencias que generan fatiga y dificultan las operaciones de izar las víctimas desde la superficie del mar.

jueves, 21 de agosto de 2014

Medios de actuación

Antes de analizar los riesgos específicos para la seguridad y la salud , es preciso saber que en un rescate marítimo pueden intervenir barcos, aeronaves o una combinación de ambos. La necesidad de conocer los medios utilizados reside en que las características de la exposición a los riesgos están determinados, en parte, por los medios. Las embarcaciones comúnmente utilizadas en los rescates marítimos se desplazan a velocidades inferiores a los 40 nudos (74,1 km/h), poseen una autonomía operativa relativamente limitada (inferior a 200 millas o 320 km), son extremadamente sensibles al oleaje y a las condiciones meteorológicas, así como al impacto de los restos flotantes de naufragios y, en general, no suelen plantear problemas con la distribución de la carga. Por su parte, los helicópteros, que son las aeronaves más comúnmente utilizadas en las operaciones de salvamento marítimo, son capaces de volar a más de 150 nudos (278 km/h), poseen una autonomía operativa real de 300 millas (480 km) que aumenta si se reabastecen de combustible en vuelo, son más sensibles a las condiciones meteorológicas que al estado de la mar y su capacidad de carga es bastante limitada. La elección del medio depende de factores como la distancia, la urgencia, la situación geográfica, la disponibilidad de recursos, las condiciones ambientales y las características de la organización de rescate. Se suele optar por medios de superficie en presencia de factores como la mayor proximidad, la menor urgencia, la proximidad a centros urbanos o áreas desarrolladas, el buen estado de la mar y la ausencia de sistemas e infraestructuras adecuados para el uso de medios aéreos. Se prefieren, en general, los medios aéreos de rescate en caso de mayor distancia, situaciones de urgencia o de lejanía de grandes centros urbanos o áreas desarrolladas, si el mar se presenta agitado y si en la región existen sistemas e infraestructuras aéreos adecuados. Las Figuras 95.6 y 95.7 ilustran ambas modalidades de rescate.

miércoles, 20 de agosto de 2014

RIESGOS PARA LA SEGURIDAD Y LA SALUD DE LOS RESCATES MARITIMOS

En los océanos, lagos, ríos y otras grandes masas de agua se producen condiciones ambientales extremas que obligan a un esfuerzo máximo. El factor esencial que define los riesgos para la seguridad y la salud de los rescates marítimos es el mismo medio acuático. 
Los rescates marítimos comparten muchos de los riesgos para la seguridad y la salud presentes en las operaciones de salvamento terrestre. El riesgo de transmisión de enfermedades contagiosas, la exposición a sustancias tóxicas, la amenaza de violencia personal y la exposición a diversos agentes físicos (por ejemplo, ruido, vibraciones, radiaciones, etc.) son algunos de los riesgos comunes a las operaciones de rescate terrestres y marítimas. No obstante, en el medio marítimo existen algunos riesgos únicos, y otros que están mucho más acentuados que en el entorno terrestre. En el presente artículo se abordarán los peligros para la seguridad y la salud más típicos de las operaciones de salvamento en el mar.

martes, 19 de agosto de 2014

Sistema de asistencia sanitaria

La asistencia sanitaria a los militares y trabajadores civiles de las fuerzas armadas se centra en la prevención. El personal médico a menudo observa los vehículos y el equipo militar durante su proceso de desarrollo para detectar y, eventualmente, controlar los posibles riesgos para la salud de los usuarios y el personal de mantenimiento. 
En los manuales de usuarios y de formación y en los programas educativos, se aborda el tema de la protección frente a riesgos. Además de la asistencia primaria y de los servicios de urgencia, los cuidados médicos comprenden una revisión inicial, revisiones médicas periódicas, la educación y promoción de la salud y la evaluación de las discapacidades. Además, el personal sanitario también participa en la investigación de accidentes. En caso de desplazamiento a zonas que presentan nuevos riesgos sanitarios, es preciso su identificación y evaluación, que nos permita una adecuada intervención, en forma de vacunas, fármacos profilácticos, medidas de protección individual y programas de formación. 
El personal sanitario que presta asistencia médica primaria y preventiva a los miembros de las fuerzas armadas, debe conocer las características de las armas utilizadas, tanto en los entrenamientos, como en el campo de batalla, con el objeto de prever las heridas que pueden producirse, adoptar medidas preventivas dirigidas a reducir la morbilidad y mortalidad y prestar el tratamiento adecuado, si se producen incidentes. El equipo de protección individual constituye un medio importante de defensa contra los agentes químicos y biológicos y de prevención de lesiones oculares causadas por proyectiles y láseres. Otras medidas utilizables son la vacunación y la administración de fármacos quimioprofilácticos contra los agentes biológicos, el tratamiento preventivo con fármacos y el uso de antídotos contra los agentes químicos. 
Es imprescindible formar al personal médico en la detección y el tratamiento precoces de las lesiones y enfermedades producidas por las armas. En efecto, el diagnóstico precoz permite iniciar rápidamente la administración de la terapia adecuada, y tal vez, reducir los índices de morbilidad y mortalidad. Además, los equipos quirúrgicos militares pueden cuidar mejor de sus pacientes y de sí mismos si conocen las características de las heridas que atienden. Por ejemplo, las heridas producidas por fusiles de repetición no suelen exigir un desbridamiento extenso por destrucción de tejidos blandos; las provocadas por balas de fragmentación pueden precisar una exploración en profundidad, y las heridas pueden contener munición sin explosionar.

lunes, 18 de agosto de 2014

Fuerzas de tierra - gráfico

domingo, 17 de agosto de 2014

Fuerzas de tierra

Las fuerzas de tierra utilizan fusiles, piezas de artillería y misiles, y se desplazan en vehículos sobre terreno irregular. En ocasiones, operan bajo la cobertura de cortinas de humo generadas por combustible diesel, nebulizadores y diversas sustancias químicas (Figura 95.5). Son riesgos comunes la exposición al ruido, la sobrepresión por la detonación de las piezas de artillería a la vibración y a los productos de combustión de los propelentes. Aunque existe el riesgo de sufrir lesiones oculares por arma de fuego, pueden evitarse usando medios de protección ocular adecuados. Las posibilidades de que se produzcan efectos perjudiciales para la salud se incrementan si se producen disparos de misiles o de cañones de grueso calibre en áreas cerradas, como los edificios. 
La cabina de la tripulación de los vehículos blindados es un recinto cerrado en el que la concentración de partículas de monóxido de carbono puede alcanzar varios miles por millón después de cada disparo, por lo que se precisa un sistema de ventilación eficaz. En algunos vehículos, la prevención del estrés por calor puede exigir el uso de chalecos refrigerantes. La infantería también puede sufrir estrés por calor como resultado del uso de ropas especiales, capuchas y máscaras de protección contra los ataques con armas químicas y biológicas. Estos medios de protección individual pueden ocasionar problemas al obstaculizar la visión y entorpecer los movimientos. En las instalaciones médicas de campaña, las técnicas de control de infecciones y la neutralización de los gases anestésicos residuales pueden plantear problemas específicos. Las diversas armas de fuego pueden provocar heridas y enfermedades al personal militar. Las armas más tradicionales pueden causar bajas provocadas por los proyectiles y fragmentos de metralla, las detonaciones (que pueden producir contusiones traumáticas en los pulmones) y las llamas procedentes de los artefactos incendiarios, como los que contienen napalm y fósforo. 
El láser utilizado como arma ofensiva puede provocar lesiones oculares. Otros sistemas de armas se basan en el empleo de agentes biológicos, como las esporas de ántrax, o de sustancias químicas del tipo de los agentes anticolinestarásicos. El uso indiscriminado de minas ha originado preocupación por el número de bajas provocadas entre la población civil. En un sentido estricto, las minas pueden definirse genéricamente como artefactos explosivos diseñados para enterrarse en el suelo. En la práctica, una mina es cualquier explosivo oculto que puede ser detonado por fuerzas enemigas o propias, por animales o por civiles. Las minas se pueden emplear contra el material o contra las personas. Las primeras se dirigen contra los vehículos militares y pueden contener entre 5 y 10 kilos de explosivos, pero precisan una presión mínima de 135 kilos para activarse. Las minas antipersonales se utilizan para lisiar más que para matar. Una cantidad inferior a 0,2 kilos de explosivos oculta bajo el terreno es capaz de arrancar un pie de cuajo, y las partículas infectadas que rodean la mina penetran como proyectiles en las heridas, infectándolas seriamente. El radio de acción de las minas se amplió sustancialmente con la aparición de las minas “saltarinas”, en las que una pequeña carga explosiva arroja un bote de metralla a una altura de alrededor de un metro. El bote explota inmediatamente y proyecta fragmentos de metralla a 35 metros de distancia. Algunos modelos avanzados de minas, como el “Claymore”, pueden activarse eléctricamente, utilizando un detonador temporizado o un cable, y proyectar centenares de esferas de acero, de 0,75 g de peso cada una, en un ángulo de 60 grados a una distancia de hasta 250 metros. Esta metralla puede resultar letal o producir graves mutilaciones en un radio de 50 metros. En la guerra se han utilizado gran variedad de sustancias químicas. En Vietnam se emplearon herbicidas (como el 2,4-D n-butil éster mezclado con 2,4,5-T n-butil éster, conocido también como el “agente naranja”) como defoliantes, con el objeto de despejar el terreno. Algunas sustancias químicas (como el gas lacrimógeno) se han utilizado como agentes discapacitantes con la finalidad de producir efectos físicos, mentales o de ambos tipos. Otras sustancias químicas son sumamente tóxicas y capaces de causar graves lesiones o la muerte. 
En estas categorías se incluyen los agentes anticolinesterásicos (como el tabún y el sarín), los agentes vesicantes (como el gas mostaza y los arsénicos), los agentes “asfixiantes” que dañan los pulmones (como el fosgeno y el cloro) y los agentes en sangre que bloquean los procesos de oxidación (como el cianuro de hidrógeno y el cloruro de cianógeno). Además de los conflictos bélicos, los militares pueden estar expuestos a agentes químicos producto de actividades terroristas, en los centros de almacenamiento de sustancias químicas militares en desuso por causa de fugas de contenedores, en los puntos de destrucción —mediante incineración u otros medios— de las sustancias químicas de uso militar y en caso de desenterramiento accidental de antiguos vertederos abandonados de residuos de sustancias químicas.

lunes, 11 de agosto de 2014

Aeronaves

En los ejercicios de vuelo en el espacio aéreo participan diversos tipos de aeronaves de geometría fija y de geometría variable, así como helicópteros con rotores de peso fijo y variable. Los tripulantes de las aeronaves militares se exponen a riesgos diferentes de los existentes en el mundo civil. Muchas aeronaves militares son únicas por su diseño, sus características de vuelo y las misiones que realizan. Todos estos tripulantes se exponen frecuentemente a unas fuerzas de aceleración excesivas (fuerzas centrífuga y de gravedad), descompresión, mareo, desincronización de los ritmos circadianos producida por las misiones prolongadas o las operaciones nocturnas y desorientación espacial. Las vibraciones producidas por la aeronave y las turbulencias atmosféricas pueden afectar la visión, generar trastornos motores, producir fatiga y provocar la aparición de problemas en las vértebras lumbares, particularmente en los pilotos de helicópteros. 
La exposición a los productos de la combustión eliminados por los escapes, el recalentamiento o la ignición de partes de la aeronave pueden suponer un riesgo de intoxicación en el caso de que la nave resulte dañada en combate. La fatiga es un factor de riesgo importante en operaciones prolongadas o vuelos a larga distancia. La desorientación espacial y las percepciones ilusorias sobre la altitud y el movimiento de la aeronave pueden provocar accidentes, especialmente en los combates librados a gran velocidad y baja altura. En condiciones de trabajo difíciles, los equipos de tierra pueden verse presionados por la falta de tiempo para realizar las operaciones de mantenimiento y reaprovisionamiento de combustible, a veces con los motores de la aeronave en marcha. 
Los helicópteros se utilizan ampliamente en las operaciones militares como sistemas de armas a baja altitud, plataformas de observación y medios de evacuación sanitaria y de suministro. Estas aeronaves provistas de rotores se asocian con misiones de reconocimiento, riesgos físicos y efectos psicológicos para sus tripulaciones absolutamente únicos. Ciertamente, aunque los helicópteros pueden volar hacia adelante, hacia atrás y lateralmente, son intrínsecamente plataformas de vuelo inestables. Esto hace que sus tripulantes deban mantener una concentración constante y gozar de una excepcional visión y una buena coordinación motora para manipular los sistemas de control de vuelo y evitar estrellarse o colisionar con otros obstáculos durante los vuelos a baja altura. La fatiga es un aspecto especialmente preocupante para los tripulantes que realizan vuelos prolongados, un gran número de misiones de corta duración o vuelos a bajo nivel, a ras del terreno, en los que los pilotos se ajustan tanto a los contornos del terreno como lo permiten la velocidad y las prestaciones técnicas de la aeronave. 
Los vuelos nocturnos a baja altitud son especialmente peligrosos. Aunque los pilotos militares y de las fuerzas de seguridad utilizan normalmente gafas de visión nocturna en estas misiones, éstas pueden limitar la percepción de profundidad, el campo de visión y la discriminación de los colores. Por otra parte, los motores, rotores y transmisiones de los helicópteros generan un amplio espectro de vibraciones que pueden afectar la agudeza visual y producir tensión y fatiga musculares. Estos elementos de la aeronave generan igualmente ruido de elevada intensidad que dificulta la comunicación dentro de la cabina y provoca pérdida de audición. Para reducir este último riesgo, se puede recurrir al encapsulamiento de las piezas más ruidosas, a instalar láminas de materiales aislantes del ruido en las cabinas y, por último, a utilizar diversos equipos auditivos de protección individual para reducir el riesgo de pérdida auditiva. El estrés por calor puede ser un problema especialmente serio para los tripulantes, dada la escasa altitud a que vuelan estas aeronaves. En contraste con el estrellamiento en vuelo horizontal en que consisten normalmente los accidentes de las aeronaves de geometría fija, los accidentes de helicópteros suelen sobrevenir al desplomarse verticalmente las aeronaves. Las lesiones más comunes entre las víctimas de accidentes son la fractura por compresión de la columna vertebral y de la base del cráneo. Entre los dispositivos y elementos de diseño comúnmente utilizados para prevenir y controlar las lesiones figuran los cascos de protección, los sistemas de combustible resistentes al impacto, la construcción de cabinas reforzadas que impidan la penetración de los rotores y sistemas de transmisión y los asientos especiales y otros dispositivos de absorción de impactos.

domingo, 10 de agosto de 2014

Buques de la Marina

En los buques de la marina, los espacios reducidos, las numerosas puertas y escaleras y los pasillos estrechos cercanos al equipo operativo constituyen focos de peligro. La falta de espacio también dificulta los movimientos durante el trabajo y es causa de lesiones ergonómicas (véase la Figura 95.4). En los submarinos, la calidad del aire es fuente de constante preocupación que obliga a una vigilancia constante y a la limitación de los agentes contaminantes innecesarios En todas las instalaciones militares en que existe el riesgo de exposición a plantas nucleares, armas atómicas u otro material radiactivo se evalúan las exposiciones, se implantan controles y se realiza la vigilancia necesaria.

sábado, 9 de agosto de 2014

Un lugar de trabajo exclusivamente militar

Aunque los miembros de las fuerzas armadas se encuentran de servicio permanente, los jefes procuran concederles unos períodos de descanso adecuados. Sin embargo, los combates no se ajustan a un horario, y el entrenamiento militar se ajusta a las condiciones previsibles en el combate. Durante el entrenamiento intensivo son comunes la fatiga y la falta de sueño, y esta situación se agudiza cuando se transportan rápidamente fuerzas militares a puntos situados en otros husos horarios y se les obliga a realizar su trabajo tan pronto como llegan. Además, en todas las operaciones militares, en especial en las de gran envergadura que abarcan un territorio extenso y en las que participan fuerzas de tierra, mar y aire de varios países, se produce una presión considerable para mantener la coordinación y las vías de comunicación entre los diversos componentes de las fuerzas con el objeto de reducir el riesgo de accidentes, como hacer fuego sobre las fuerzas propias. El estrés se incrementa si la duración de las operaciones impone una prolongada separación familiar o existe la posibilidad de sufrir acciones enemigas.

viernes, 8 de agosto de 2014

Instalaciones fijas

En muchas instalaciones militares fijas (como talleres de reparación, oficinas administrativas y hospitales), el personal uniformado y los trabajadores civiles realizan tareas similares a las de cualquier centro de trabajo civil. Estas tareas comprenden operaciones de pintura, soldadura, desengrasado, molturación, decapado, manipulación de líquidos hidráulicos, combustibles y agentes limpiadores; empleo de microordenadores y tratamiento de pacientes con enfermedades infecciosas. Sin embargo, la realización de operaciones técnicas en espacios confinados en barcos, submarinos o vehículos blindados, aumenta el riesgo de sobreexposición a sustancias tóxicas. Por otra parte, los buzos deben trabajar a distintas profundidades. 
En algunas instalaciones fijas se realizan trabajos de desarrollo, producción, mantenimiento y almacenamiento de ingenios militares especiales, como gas nervioso y mostaza, explosivos militares, propelentes y combustibles especiales, como el nitrato de hidroxilamonio, telémetros de láser, selectores de objetivos, fuentes de radiación de microondas en equipo de radar y comunicaciones, y radiación ionizante procedente de municiones, blindajes y plantas nucleares. Otros materiales, sin ser de uso exclusivamente militar, son frecuentes en el armamento bélico. Si se utiliza equipo militar anticuado, los trabajadores pueden verse expuestos a los bifenilos policlorados de las instalaciones eléctricas, al amianto del revestimiento de las conducciones de vapor y a las pinturas a base de plomo.

jueves, 7 de agosto de 2014

FUERZAS ARMADAS

Las naciones mantienen ejércitos con el propósito de disuadir a los posibles agresores, desactivar posibles conflictos y, en caso necesario, estar preparadas para librar y ganar las guerras. Las fuerzas armadas realizan además otras misiones que se denominan “intervenciones en tiempos de paz” u “operaciones no bélicas”: misiones humanitarias, como ayudas urgentes en caso de desastre; operaciones de establecimiento y mantenimiento de la paz; intervenciones contraterroristas y contra el narcotráfico, y asistencia de seguridad. Los hombres y mujeres de las fuerzas armadas trabajan en submarinos y buques de superficie, sobre la tierra, en todo tipo de terrenos, con temperaturas extremas y a gran altura. Buena parte del trabajo de los militares se centra en el mantenimiento de las destrezas necesarias para manejar un equipo exclusivamente militar (como submarinos, aviones de combate y tanques) en acciones contra un enemigo armado. 
Las fuerzas armadas emplean igualmente a un gran número de personas uniformados que realizan labores de mantenimiento y reparación, administrativas, médicas y de otros tipos, en apoyo de los combatientes. Todos los miembros de las fuerzas armadas se esfuerzan por conservar el dominio de las destrezas militares básicas, como la puntería, además de un elevado nivel de aptitud física que les permita reaccionar adecuadamente si se ven en la necesidad de entrar en combate. Se ejercitan constantemente para desarrollar y mantener su fuerza y su capacidad aerobia. Si se realizan en exceso o de forma inadecuada, estos programas pueden provocar lesiones. 
Además de los riesgos profesionales, estos trabajadores uniformados están expuestos al riesgo adicional de contraer enfermedades infecciosas. En efecto, el medio ambiente existente en los campamentos de instrucción básica y el hacinamiento típico de algunas unidades, como los buques de guerra, favorecen la aparición de brotes de enfermedades respiratorias agudas y otras enfermedades infecciosas. El ruido es un problema universal. También, el desplazamiento a diversas partes del mundo conlleva el contacto con agua y alimentos contaminados, y la exposición a los vectores de transmisión de protozoos y de agentes víricos y bacterianos. Las fuerzas armadas emplean un gran número de trabajadores civiles dedicados a labores de investigación y desarrollo y a la prestación de servicios auxiliares de mantenimiento, administración, etc. Algunos de estos trabajadores civiles cobran de las fuerzas armadas; otros trabajan en empresas contratistas de las instituciones armadas. Existe una tendencia creciente a emplear trabajadores civiles en tareas de apoyo en estrecha proximidad al despliegue de las fuerzas de combate, lo que los expone a idénticos riesgos laborales y ambientales.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Comentarios finales

Existen límites prácticos en todos los intentos por mejorar la seguridad en el trabajo, especialmente en los trabajos de seguridad y vigilancia. En efecto, mientras que en otros sectores el éxito pasa por la adopción de medidas y mejoras estructurales, estas iniciativas sólo tienen una eficacia secundaria en el trabajo de seguridad. En este campo, las mejoras significativas sólo son posibles, en última instancia, modificando la estructura organizativa de la empresa y la conducta humana. En el recién promulgado Reglamento de prevención de accidentes (Guardias y servicios de seguridad) (VBG 68), que en un examen somero puede parecer exagerado y demasiado detallado, se presta especial consideración a este concepto básico. 
No resulta sorprendente, por lo tanto que, a partir de la entrada en vigor del reglamento, el índice de accidentes y enfermedades profesionales notificadas entre los trabajadores de las compañías de vigilancia y seguridad, se haya reducido en cerca del 20 %, a pesar del incremento global de la tasa de criminalidad. Algunas compañías en las que, además de aplicarse de forma especialmente rigurosa el Reglamento de prevención de accidentes, se han adoptado medidas complementarias de seguridad basadas en un catálogo de criterios publicado, han logrado reducir la frecuencia de los accidentes y enfermedades profesionales hasta en un 50 %. La reducción ha sido especialmente notable en la utilización de los perros. Además, el conjunto de las medidas adoptadas, ha permitido reducir el montante de las primas abonables por el seguro obligatorio de accidentes de las compañías de vigilancia y seguridad, a pesar del incremento de los costes. Resulta evidente que, en términos globales, el comportamiento seguro sólo es posible a largo plazo mediante la aplicación de reglamentos y normas concretas, además de una formación y supervisión permanentes.

martes, 5 de agosto de 2014

Dispositivos de alarma y bóvedas de seguridad

Los dispositivos de alarma y las bóvedas de seguridad se deben proteger adecuadamente de los actos delictivos. En el Reglamento sobre prevención de accidentes "Ventanillas de caja (VBG 120), se establecen los requisitos mínimos que deben cumplir y se regulan los medios de seguridad utilizables en las instituciones crediticias y de cambio de moneda en las que se realizan operaciones en metálico.

lunes, 4 de agosto de 2014

Transporte de dinero y valores

El elevado riesgo de atracos aconseja utilizar, como mínimo dos personas —una de los cuales se preocupará exclusivamente de la seguridad— en el transporte de dinero en lugares públicos. Idéntica precaución debe adoptarse respecto a los movimientos de los mensajeros entre los vehículos y los puntos de entrega o recogida del dinero. 
Sólo se admiten excepciones si 1) el transporte de dinero no es identificable por terceros basándose en la vestimenta o el equipo usados por el personal, el tipo de vehículo utilizado, el itinerario seguido o la realización del transporte; 2) el incentivo para los atracadores se reduce considerablemente ante la presencia de medios técnicos que deben ser claramente reconocibles por terceros, 3) sólo se transportan monedas, y este hecho es claramente discernible por terceros en virtud del itinerario y del modo de realizar el transporte. Existen diversos medios técnicos que ejercen un considerable efecto disuasorio sobre los potenciales atacantes, como los dispositivos que permanecen constantemente o durante todo el transporte, firmemente acoplados al contenedor del dinero y que, en caso de sustracción violenta o de hurto cometido a la entrega, activan, de forma automática o por el funcionamiento de un temporizador, una alarma óptica consistente en la liberación de humo de color. Se recomienda el uso de dispositivos adicionales del tipo de las alarmas acústicas simultáneas. 
El diseño, peso, forma y tamaño de los contenedores utilizados en el transporte de dinero deben facilitar su transporte y manipulación. Estos contenedores no se deben acoplar al cuerpo del mensajero, por el riesgo suplementario que este sistema entraña. Como norma, el transporte de dinero en vehículos sólo debe realizarse en los debidamente preparados para estos fines. Los vehículos cuya construcción y equipamiento se ajustan a las disposiciones del Reglamento de prevención de accidentes (vehículos) (VBG 12) y, más concretamente, a las Normas de seguridad para vehículos de transporte de dinero (ZH1/209) son especialmente idóneos para esta función. 
El transporte de dinero en vehículos no blindados sólo se permite si se trata exclusivamente de monedas perfectamente identificables como tales y si la operación es absolutamente irreconocible como un transporte de dinero. En este caso, se debe procurar que ni la vestimenta y equipo utilizados por el personal, ni el diseño, equipamiento y marcas del vehículo denoten la naturaleza de la mercancía transportada. Tanto los horarios e itinerarios de las remesas de dinero, como los puntos de carga y descarga deben modificarse periódicamente. Asimismo, durante las operaciones de carga y descarga en lugares públicos debe permanecer en el vehículo una persona protegida por puertas blindadas.

domingo, 3 de agosto de 2014

Uso de armas de fuego

Los trabajadores sólo deben portar armas de fuego por indicación expresa de la empresa o sus representantes, que únicamente deben cursar estas instrucciones en el marco de las disposiciones legales vigentes y sólo a los trabajadores más cualificados, fiables y entrenados. 
Los trabajadores autorizados a portar armas de fuego deben participar regularmente en ejercicios de prácticas en los campos de tiro autorizados, en los que el personal debe acreditar su destreza y conocimientos. Se llevará un registro de los resultados de las prácticas. Si el trabajador deja de cumplir los requisitos, se le debe retirar el arma. Sólo se utilizarán armas de fuego oficialmente probadas y autorizadas, que además deben ser ensayadas, periódicamente y siempre que se detecte alguna anomalía, por personal especializado. La reparación de estas armas se debe encomendar a personal cualificado y oficialmente autorizado. 
El personal de seguridad no puede llevar armas blancas ni de lanzamiento de gases, dado que, al repeler una agresión armada, este tipo de armas confiere una falsa sensación de seguridad que conduce a un riesgo extremo sin una adecuada posibilidad de autodefensa. La observancia de una normativa estricta es garantía de seguridad y eficacia en el uso, tenencia, entrega, carga, descarga y almacenamiento de las armas de fuego y de su munición.

sábado, 2 de agosto de 2014

Uso de perros

Por regla general, sólo deben utilizarse en las labores de seguridad perros entrenados y aprobados por adiestradores titulados y competentes. Los perros que no reúnan estos requisitos únicamente deben emplearse en tareas de aviso, siempre que estén bajo el control directo de sus cuidadores, pero no para otras tareas de seguridad. 
Se deben retirar del servicio los animales que manifiesten tendencias agresivas o hayan perdido facultades. No se debe exigir demasiado a los perros, a los que deben proporcionarse una educación y formación adecuadas, basadas en los hallazgos de las investigaciones de la conducta animal. Es preciso establecer límites adecuados para el tiempo de servicio, unos períodos mínimos de descanso y un tiempo máximo de servicio diario. La competencia de los cuidadores debe acreditarse regularmente y, si su destreza se reduce respecto de los mínimos exigibles, se les debe retirar la licencia. 
Es preciso promulgar normas que garanticen un correcto y seguro manejo de los perros, el contacto con los mismos, la transmisión de su custodia, la colocación y retirada de correas y collares, el empleo de idénticas voces de mando por parte de diferentes entrenadores, la manipulación de la correa y el comportamiento en presencia de terceros. 
Para las perreras, se establecen requisitos mínimos relativos tanto a su estado e instalación como a la autorización para el acceso a ellas. En el transporte de los perros hay que establecer una separación entre las zonas reservadas a los animales y las destinadas a los pasajeros. En ningún caso se deben transportar los animales en el maletero de los coches. Además, cada perro debe ir en un compartimento independiente.

viernes, 1 de agosto de 2014

Obligaciones generales del trabajador

Los trabajadores deben observar las medidas de seguridad en el trabajo y cumplir las instrucciones de servicio, y no deben aceptar del cliente orientaciones contrarias a las normas de seguridad. Las deficiencias y los riesgos descubiertos, así como las medidas correctoras adoptadas deben notificarse al empresario o a su representante. 
Los trabajadores tienen que utilizar correctamente el equipo y los medios que se les facilitan, y no podrán penetrar en recintos e instalaciones cuyo acceso no esté autorizado. Los trabajadores deben abstenerse de consumir bebidas alcohólicas u otras sustancias tóxicas mientras estén de servicio y durante un período de tiempo razonable antes de iniciar su trabajo, en el que deben presentarse sobrios. 
Los trabajadores que precisen gafas o lentes de contacto para la corrección de la visión durante el trabajo de seguridad o vigilancia, deben asegurarlas para evitar su pérdida o llevar unas gafas de repuesto.