Existen límites prácticos en todos los intentos por mejorar la
seguridad en el trabajo, especialmente en los trabajos de seguridad
y vigilancia. En efecto, mientras que en otros sectores el
éxito pasa por la adopción de medidas y mejoras estructurales,
estas iniciativas sólo tienen una eficacia secundaria en el trabajo
de seguridad. En este campo, las mejoras significativas sólo son
posibles, en última instancia, modificando la estructura organizativa
de la empresa y la conducta humana. En el recién promulgado
Reglamento de prevención de accidentes (Guardias y
servicios de seguridad) (VBG 68), que en un examen somero
puede parecer exagerado y demasiado detallado, se presta especial
consideración a este concepto básico.
No resulta sorprendente, por lo tanto que, a partir de la
entrada en vigor del reglamento, el índice de accidentes y enfermedades
profesionales notificadas entre los trabajadores de las
compañías de vigilancia y seguridad, se haya reducido en cerca
del 20 %, a pesar del incremento global de la tasa de criminalidad.
Algunas compañías en las que, además de aplicarse de
forma especialmente rigurosa el Reglamento de prevención de
accidentes, se han adoptado medidas complementarias de seguridad
basadas en un catálogo de criterios publicado, han logrado
reducir la frecuencia de los accidentes y enfermedades profesionales
hasta en un 50 %. La reducción ha sido especialmente
notable en la utilización de los perros.
Además, el conjunto de las medidas adoptadas, ha permitido
reducir el montante de las primas abonables por el seguro obligatorio
de accidentes de las compañías de vigilancia y seguridad,
a pesar del incremento de los costes.
Resulta evidente que, en términos globales, el comportamiento
seguro sólo es posible a largo plazo mediante la aplicación
de reglamentos y normas concretas, además de una
formación y supervisión permanentes.
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