La asistencia sanitaria a los militares y trabajadores civiles de las
fuerzas armadas se centra en la prevención. El personal médico a
menudo observa los vehículos y el equipo militar durante su
proceso de desarrollo para detectar y, eventualmente, controlar
los posibles riesgos para la salud de los usuarios y el personal de
mantenimiento.
En los manuales de usuarios y de formación y en
los programas educativos, se aborda el tema de la protección
frente a riesgos. Además de la asistencia primaria y de los servicios
de urgencia, los cuidados médicos comprenden una revisión
inicial, revisiones médicas periódicas, la educación y promoción de la salud y la evaluación de las discapacidades. Además, el
personal sanitario también participa en la investigación de accidentes.
En caso de desplazamiento a zonas que presentan nuevos
riesgos sanitarios, es preciso su identificación y evaluación, que
nos permita una adecuada intervención, en forma de vacunas,
fármacos profilácticos, medidas de protección individual y
programas de formación.
El personal sanitario que presta asistencia médica primaria
y preventiva a los miembros de las fuerzas armadas, debe
conocer las características de las armas utilizadas, tanto en los
entrenamientos, como en el campo de batalla, con el objeto de
prever las heridas que pueden producirse, adoptar medidas
preventivas dirigidas a reducir la morbilidad y mortalidad
y prestar el tratamiento adecuado, si se producen incidentes.
El equipo de protección individual constituye un medio importante
de defensa contra los agentes químicos y biológicos y de
prevención de lesiones oculares causadas por proyectiles y
láseres. Otras medidas utilizables son la vacunación y la administración
de fármacos quimioprofilácticos contra los agentes
biológicos, el tratamiento preventivo con fármacos y el uso de
antídotos contra los agentes químicos.
Es imprescindible formar
al personal médico en la detección y el tratamiento precoces de
las lesiones y enfermedades producidas por las armas. En efecto,
el diagnóstico precoz permite iniciar rápidamente la administración
de la terapia adecuada, y tal vez, reducir los índices de
morbilidad y mortalidad. Además, los equipos quirúrgicos militares
pueden cuidar mejor de sus pacientes y de sí mismos si
conocen las características de las heridas que atienden. Por
ejemplo, las heridas producidas por fusiles de repetición no
suelen exigir un desbridamiento extenso por destrucción de
tejidos blandos; las provocadas por balas de fragmentación
pueden precisar una exploración en profundidad, y las heridas
pueden contener munición sin explosionar.
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