
Aunque los miembros de las fuerzas armadas se encuentran de
servicio permanente, los jefes procuran concederles unos períodos
de descanso adecuados. Sin embargo, los combates no se ajustan
a un horario, y el entrenamiento militar se ajusta a las condiciones
previsibles en el combate. Durante el entrenamiento intensivo
son comunes la fatiga y la falta de sueño, y esta situación se
agudiza cuando se transportan rápidamente fuerzas militares a
puntos situados en otros husos horarios y se les obliga a realizar
su trabajo tan pronto como llegan. Además, en todas las operaciones
militares, en especial en las de gran envergadura que
abarcan un territorio extenso y en las que participan fuerzas de
tierra, mar y aire de varios países, se produce una presión considerable para mantener la coordinación y las vías de comunicación
entre los diversos componentes de las fuerzas con el objeto
de reducir el riesgo de accidentes, como hacer fuego sobre las
fuerzas propias. El estrés se incrementa si la duración de las
operaciones impone una prolongada separación familiar o existe
la posibilidad de sufrir acciones enemigas.
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