lunes, 9 de junio de 2014

SERVICIOS DE SEGURIDAD Y DE EMERGENCIA

La función de los servicios de seguridad y de emergencia es hacer frente a situaciones excepcionales que suponen riesgos graves. Por lo tanto, las personas que trabajan en tales servicios deben afrontar hechos y situaciones que sobrepasan la experiencia normal de los seres humanos en su vida cotidiana. Aunque cada profesión tiene sus riesgos, peligros y tradiciones, todas comparten algunas características: 
• períodos prolongados de relativa tranquilidad o rutina, interrumpidos bruscamente por períodos de gran tensión psicológica 
• períodos prolongados de relativa inactividad, interrumpidos bruscamente por períodos de intensa actividad física 
• estrictos códigos de conducta y niveles altos de rendimiento, acompañados frecuentemente de instrucciones precisas sobre el modo de hacer el trabajo y de sanciones en caso de incumplimiento
• riesgo personal; el trabajador se expone a unos riesgos que no son frecuentes para el resto de la comunidad 
• un objetivo primario de rescatar o proteger a quienes no pueden salvarse por sí mismos 
• un objetivo secundario de evitar daños o la destrucción de la propiedad 
• trabajo en equipo en condiciones de tensión 
• una jerarquía o “cadena de mando” rígida, diseñada para evitar inseguridad y asegurar la observancia de los procedimientos 
La forma de organización y los medios aplicados para la realización de las tareas asignadas a estos servicios varían según los casos. Las condiciones en que se realizan estas tareas influyen en la actitud ante el trabajo y en la forma de enfocarlo. Es posible que estas diferencias se comprendan mejor analizando el objeto de control de cada servicio de emergencia. La lucha contra incendios quizá sea el servicio de seguridad y de emergencia más emblemático. Históricamente, surgió como un medio de prevenir o reducir los daños producidos por el fuego en las propiedades, y se desarrolló como un servicio privado, en el que los trabajadores se esforzaban por salvar los comercios y las viviendas de las personas que pagaban sus primas de seguro y dejaban arder las propiedades de otras personas, aunque fuesen colindantes. La sociedad pronto descubrió que los servicios privados contra incendios eran ineficaces y que sería mucho más útil y práctico hacerlos públicos. De este modo, la lucha contra incendios se convirtió en un servicio municipal o de la administración local en muchos países del mundo. No obstante, subsisten servicios privados de lucha contra incendios en la industria, en muchos aeropuertos y en otros marcos, en los que colaboran con los servicios municipales. Por regla general, los cuerpos de bomberos disfrutan del respeto y la confianza de la comunidad. El objeto de control o “enemigo” en la lucha contra incendios es el fuego, que constituye una amenaza externa. Si un bombero sufre una lesión en el lugar de trabajo, el hecho se percibe como consecuencia de un agente externo, aunque también podría ser una agresión indirecta si el incendio fuera provocado. 
Los servicios de policía y las fuerzas armadas tienen encomendado el mantenimiento del orden público, generalmente en respuesta a una amenaza interna (como la delincuencia) o externa (como la guerra). Las fuerzas armadas constituyen el medio fundamental para el cumplimiento de este mandato, utilizando como procedimiento normal las tácticas y los métodos de investigación (inteligencia militar o investigación criminal) más adecuados. La alta probabilidad de abuso y de uso indebido de la fuerza ha inducido a la sociedad en general a imponer unos límites estrictos sobre la forma de utilizar esa fuerza, en particular frente a los ciudadanos. La policía es objeto de una vigilancia más estrecha que otros cuerpos de seguridad y emergencia, con el fin asegurarse que utilizan correctamente la fuerza que monopolizan, lo cual induce a muchos funcionarios de policía a pensar que no se confía en ellos. Para los policías y militares, el objeto de control, o el “enemigo”, son otros seres humanos. Esta situación genera una serie de incertidumbres, sentimientos de culpa e interrogantes respecto a los derechos y al comportamiento adecuado que los bomberos no deben sufrir. Cuando un policía o un militar resultan lesionados en el cumplimiento del deber, suele ser como consecuencia directa de las acciones voluntarias llevadas a cabo contra ellos. La responsabilidad del personal de salvamento y paramédico consiste en rescatar, estabilizar y prestar los primeros auxilios a las personas lesionadas, enfermas o atrapadas en situaciones que no pueden superar por sí solas. 
A menudo, trabajan hombro con hombro con el personal de lucha contra incendios y con la policía. Para ellos, el objeto de control es el paciente o la víctima que tratan de ayudar y que en modo alguno es un “enemigo”. En estas profesiones, los aspectos éticos y morales adquieren especial protagonismo si la víctima es en parte responsable de su situación, como cuando un conductor sufre una intoxicación etílica o un paciente se niega a tomar la medicación. 
A veces las víctimas no actúan de forma racional, están enfadadas o en una situación de estrés y pueden adoptar un comportamiento amenazador o insultante, lo que resulta embarazoso y frustrante para el personal de salvamento y paramédico, que cree cumplir su obligación en circunstancias poco favorables. Si una de estas personas se lesiona en el lugar de trabajo, esta circunstancia se percibe casi como un abandono, dado que intentaban auxiliar a la víctima. Los trabajadores que utilizan sustancias y preparados peligrosos suelen formar grupos que se integran en los servicios de lucha contra incendios y adoptan una estructura organizativa similar, aunque en menor escala. Estos equipos realizan evaluaciones y adoptan las medidas iniciales de control de los riesgos químicos o físicos que pueden suponer un peligro para el público en general. 
El personal de control de residuos peligrosos se integra en unas estructuras menos rígidas que las otras categorías profesionales y se dedica a resolver problemas sobre los que ya se ha experimentado durante algún tiempo. En ambos casos, los trabajadores afrontan un riesgo potencial cuyo principal problema es la incertidumbre. 
A diferencia de las otras profesiones, en las que el objeto de control era evidente, estos trabajadores se esfuerzan por controlar un riesgo cuya identificación puede resultar difícil. Incluso si se conoce la naturaleza del peligro o de la sustancia química que lo causa, el riesgo de contraer cáncer u otra enfermedad a largo plazo suele ser una incógnita. Con frecuencia los trabajadores ignoran si se trata de una lesión debida al trabajo, dado que los efectos de la exposición a sustancias químicas pueden tardar muchos años en manifestarse.

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