lunes, 30 de junio de 2014

Protección personal

Los bomberos realizan esfuerzos ímprobos durante la lucha contra incendios. En el lugar de un incendio, a los esfuerzos físicos se suman las exigencias metabólicas de la respuesta al calor y a la pérdida de líquidos corporales. El efecto combinado del calor corporal generado por el trabajo y el calor exterior producido por el fuego, puede provocar un aumento acusado de la temperatura corporal, que en situaciones extremas alcanza niveles inusualmente altos. Las pausas de media hora para reemplazar el equipo autónomo de protección respiratoria, no bastan para detener este aumento de la temperatura, que puede llegar a unos niveles peligrosos si la labor de extinción se prolonga. Aunque imprescindibles, los equipos de protección individual, en especial los sistemas de respiración autónomos, imponen a los bomberos un considerable gasto adicional de energía. 
Asimismo, las ropas protectoras se hacen mucho más pesadas al mojarse. Los equipos autónomos de protección respiratoria constituyen un elemento eficaz de protección individual que, si se usa correctamente, evita la exposición a los productos de la combustión. Lamentablemente, estos aparatos sólo suelen utilizarse durante la fase “crítica” del incendio, en la que los bomberos luchan denodadamente por extinguir el fuego, y se prescinde normalmente de ellos durante la fase de “revisión”, en la que, extinguido el incendio, se inspeccionan los restos para terminar de apagar las ascuas y las llamas que siguen brotando de los rescoldos. 
Los bomberos suelen evaluar el riesgo a que están expuestos basándose en la intensidad del humo, y deciden sobre el uso de los equipos autónomos de protección respiratoria únicamente en función de lo que perciben. Esto los induce a cometer graves errores de juicio después de la extinción del incendio, puesto que, aunque la situación parezca estar bajo control, puede ser todavía peligrosa. Los estudios de salud laboral en la lucha contra incendios se han centrado en buena medida en el mayor gasto energético debido al uso del equipo de protección individual. Ello refleja sin duda el grado en que un asunto de enorme interés general, como es el uso de equipo de protección individual, adquiere una significación especial en la lucha contra incendios. Si bien los bomberos están obligados a usar diversos equipos de protección individual durante el trabajo, la protección respiratoria es la más preocupante y la que ha merecido mayor atención. Se ha observado una reducción del 20 % del rendimiento en el trabajo por causa del equipo autónomo de protección respiratoria, que constituye un estorbo importante en situaciones extremas y peligrosas. Las investigaciones realizadas han identificado varios factores significativos en la evaluación de las demandas fisiológicas debidas, en concreto, a los equipos respiratorios, entre ellos, las características del respirador, las condiciones fisiológicas del usuario y los efectos de la interacción con otros equipos de protección individual y con las condiciones ambientales. 
El típico “atuendo de faena” del bombero puede pesar 23 kilos, lo que obliga a un elevado gasto energético. La ropa de protección contra sustancias químicas (17 kilos), utilizadas para la eliminación de los vertidos, es el siguiente equipo de protección individual más engorroso, seguido del equipo autónomo de protección respiratoria, acompañado con ropa ligera, que es apenas más fatigoso que el uso de ropas ligeras pirorresistentes combinadas con una máscara de bajo índice de resistencia. Se ha establecido una asociación entre el uso de ropa de protección y equipo de extinción de incendios y una retención significativamente mayor del calor generado por el organismo, así como el aumento de la temperatura corporal.

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