Un bombero accede a escenarios de los que huyen otras
personas, afrontando un riesgo personal directo mayor que en
casi cualquier otra profesión civil. Durante un incendio pueden
producirse numerosos percances, dado que la evolución de un
gran incendio suele ser a menudo impredecible. Además de velar
por su seguridad personal, el bombero tiene que preocuparse por
la seguridad de otras personas amenazadas por el fuego. El salvamento
de las víctimas es una actividad especialmente estresante.
No obstante, la vida laboral de un bombero es algo más que
una secuencia interminable de espera angustiosa jalonada por
una serie de incidentes estresantes. En realidad, el bombero
disfruta de muchos aspectos positivos en su trabajo. Pocas profesiones
gozan de tanto respeto entre sus conciudadanos. Además,
la seguridad en el trabajo es considerable entre los bomberos
urbanos una vez que han sido contratados, y el salario suele ser
bueno comparado con otros trabajos. Por otra parte, el espíritu
de equipo y la camaradería son muy fuertes entre los bomberos.
Estos aspectos positivos del trabajo contrarrestan los aspectos
estresantes y protegen a los bomberos contra las consecuencias
emocionales del estrés repetitivo.
Al sonar la alarma, el bombero experimenta un cierto grado
de ansiedad instantánea debido a la imposibilidad de predecir la
situación que debe afrontar. El estrés psicológico de este
momento es tan grande o, quizás mayor, que el que va a sufrir
en el curso de la operación. Los indicadores psicológicos y
bioquímicos del estrés han mostrado que los bomberos de
guardia experimentan un estrés psicológico permanente que
refleja los patrones de estrés psicológico y niveles de actividad
observados subjetivamente en los puestos de servicio.
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