Los profesores conforman un segmento amplio y cada vez mayor
de la población activa en muchos países. Por ejemplo, en Estados
Unidos, más de 4,2 millones de trabajadores fueron incluidos en
1992 en la categoría general de profesores, desde los que
imparten formación preescolar hasta los universitarios. Además
de los profesores que desarrollan su actividad en las aulas, otros
profesionales y técnicos prestan sus servicios en los centros
docentes, como el personal de seguridad y de mantenimiento,
de enfermería, del servicio de comedor y los mecánicos.
Tradicionalmente, la enseñanza no se ha considerado una
profesión que conlleve la exposición a sustancias peligrosas. En
consecuencia, son pocos los estudios realizados sobre los
problemas de salud derivados de esta actividad. Con todo, los
profesores y otros miembros de la plantilla de los centros
docentes pueden verse expuestos a una amplia gama de riesgos
físicos, químicos, biológicos o de otro tipo.
La contaminación atmosférica en el interior es una causa
importante de enfermedades graves entre los profesores. La
fuente principal de esta forma de contaminación es un mantenimiento
inadecuado de los sistemas de calefacción, ventilación y
aire acondicionado. La contaminación de estos sistemas puede
provocar enfermedades respiratorias y dermatológicas agudas.
Los edificios de reciente construcción o renovados liberan
sustancias químicas, polvo y vapores a la atmósfera. Otras
fuentes de contaminación atmosférica en el interior son los
techos, los aislamientos, las alfombras, las cortinas y los muebles,
la pintura, el calafateo y otras sustancias químicas.
Los daños
provocados por el agua y no reparados, como las goteras,
pueden dar lugar al desarrollo de microorganismos en los materiales
de construcción y en los sistemas de ventilación y a la
emisión de aerosoles biológicos que afectan al sistema respiratorio
de profesores y estudiantes por igual. La contaminación de
los edificios escolares por microorganismos puede causar enfermedades
graves como neumonía, infecciones de las vías respiratorias
superiores, asma y rinitis alérgica.
El personal docente especializado en determinados campos
técnicos puede verse expuesto a riesgos profesionales específicos.
Por ejemplo, los profesores de artes y oficios suelen entrar en
contacto con diversas sustancias químicas como disolventes
orgánicos, pigmentos y tintes, metales y compuestos metálicos,
minerales y plásticos (Rossol 1990). Otros materiales utilizados
en este tipo de formación pueden provocar reacciones alérgicas.
La exposición a muchas de estas sustancias está estrictamente
regulada en los lugares de trabajo de las empresas, pero no en las aulas. Los profesores de química y biología manipulan
sustancias químicas tóxicas como los formaldehídos y se
exponen a otros riesgos biológicos en los laboratorios de los
centros docentes. Los profesores de talleres trabajan en entornos
cargados de polvo y pueden entrar en contacto con grandes
cantidades de polvo de madera y materiales de limpieza, así
como soportar niveles de ruido elevados.
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