En pocos estudios se ha contabilizado un número de fallecimientos
entre los bomberos por esta causa, suficiente para
revestir significación estadística. Si bien en un estudio realizado
en Toronto en 1993 se apunta una relación con el trabajo de los
bomberos, debe considerarse por el momento una hipótesis no
comprobada. Si por último llegase a confirmarse, la magnitud del
riesgo justificaría su inclusión en la lista de enfermedades profesionales.
Lógicamente, los criterios de rechazo serían la aterosclerosis
severa, enfermedades del tejido conjuntivo y vasculitis
asociada, así como los antecedentes de traumatismo torácico.
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