La función de los servicios de seguridad y de emergencia es hacer
frente a situaciones excepcionales que suponen riesgos graves. Por
lo tanto, las personas que trabajan en tales servicios deben
afrontar hechos y situaciones que sobrepasan la experiencia
normal de los seres humanos en su vida cotidiana. Aunque cada
profesión tiene sus riesgos, peligros y tradiciones, todas
comparten algunas características:
• períodos prolongados de relativa tranquilidad o rutina, interrumpidos
bruscamente por períodos de gran tensión
psicológica
• períodos prolongados de relativa inactividad, interrumpidos
bruscamente por períodos de intensa actividad física
• estrictos códigos de conducta y niveles altos de rendimiento,
acompañados frecuentemente de instrucciones precisas sobre
el modo de hacer el trabajo y de sanciones en caso de
incumplimiento
• riesgo personal; el trabajador se expone a unos riesgos que
no son frecuentes para el resto de la comunidad
• un objetivo primario de rescatar o proteger a quienes no
pueden salvarse por sí mismos
• un objetivo secundario de evitar daños o la destrucción de la
propiedad
• trabajo en equipo en condiciones de tensión
• una jerarquía o “cadena de mando” rígida, diseñada
para evitar inseguridad y asegurar la observancia de los
procedimientos
La forma de organización y los medios aplicados para la realización
de las tareas asignadas a estos servicios varían según los
casos. Las condiciones en que se realizan estas tareas influyen en
la actitud ante el trabajo y en la forma de enfocarlo. Es posible
que estas diferencias se comprendan mejor analizando el objeto
de control de cada servicio de emergencia.
La lucha contra incendios quizá sea el servicio de seguridad y
de emergencia más emblemático. Históricamente, surgió como
un medio de prevenir o reducir los daños producidos por el
fuego en las propiedades, y se desarrolló como un servicio
privado, en el que los trabajadores se esforzaban por salvar los
comercios y las viviendas de las personas que pagaban sus
primas de seguro y dejaban arder las propiedades de otras
personas, aunque fuesen colindantes. La sociedad pronto descubrió
que los servicios privados contra incendios eran ineficaces
y que sería mucho más útil y práctico hacerlos públicos. De este
modo, la lucha contra incendios se convirtió en un servicio
municipal o de la administración local en muchos países del
mundo. No obstante, subsisten servicios privados de lucha
contra incendios en la industria, en muchos aeropuertos y en
otros marcos, en los que colaboran con los servicios municipales.
Por regla general, los cuerpos de bomberos disfrutan del respeto
y la confianza de la comunidad. El objeto de control o
“enemigo” en la lucha contra incendios es el fuego, que constituye
una amenaza externa. Si un bombero sufre una lesión en el
lugar de trabajo, el hecho se percibe como consecuencia de un
agente externo, aunque también podría ser una agresión indirecta
si el incendio fuera provocado.
Los servicios de policía y las fuerzas armadas tienen encomendado
el mantenimiento del orden público, generalmente en respuesta
a una amenaza interna (como la delincuencia) o externa (como
la guerra). Las fuerzas armadas constituyen el medio fundamental
para el cumplimiento de este mandato, utilizando como
procedimiento normal las tácticas y los métodos de investigación
(inteligencia militar o investigación criminal) más adecuados.
La alta probabilidad de abuso y de uso indebido de la fuerza ha
inducido a la sociedad en general a imponer unos límites
estrictos sobre la forma de utilizar esa fuerza, en particular
frente a los ciudadanos. La policía es objeto de una vigilancia
más estrecha que otros cuerpos de seguridad y emergencia, con
el fin asegurarse que utilizan correctamente la fuerza que monopolizan,
lo cual induce a muchos funcionarios de policía a
pensar que no se confía en ellos. Para los policías y militares, el
objeto de control, o el “enemigo”, son otros seres humanos. Esta
situación genera una serie de incertidumbres, sentimientos de
culpa e interrogantes respecto a los derechos y al comportamiento
adecuado que los bomberos no deben sufrir. Cuando un
policía o un militar resultan lesionados en el cumplimiento del
deber, suele ser como consecuencia directa de las acciones
voluntarias llevadas a cabo contra ellos.
La responsabilidad del personal de salvamento y paramédico
consiste en rescatar, estabilizar y prestar los primeros auxilios a
las personas lesionadas, enfermas o atrapadas en situaciones que
no pueden superar por sí solas.
A menudo, trabajan hombro con
hombro con el personal de lucha contra incendios y con la
policía. Para ellos, el objeto de control es el paciente o la víctima
que tratan de ayudar y que en modo alguno es un “enemigo”.
En estas profesiones, los aspectos éticos y morales adquieren
especial protagonismo si la víctima es en parte responsable de su
situación, como cuando un conductor sufre una intoxicación
etílica o un paciente se niega a tomar la medicación.
A veces las
víctimas no actúan de forma racional, están enfadadas o en una
situación de estrés y pueden adoptar un comportamiento
amenazador o insultante, lo que resulta embarazoso y frustrante
para el personal de salvamento y paramédico, que cree cumplir
su obligación en circunstancias poco favorables. Si una de estas
personas se lesiona en el lugar de trabajo, esta circunstancia se
percibe casi como un abandono, dado que intentaban auxiliar a
la víctima.
Los trabajadores que utilizan sustancias y preparados peligrosos suelen
formar grupos que se integran en los servicios de lucha contra
incendios y adoptan una estructura organizativa similar, aunque
en menor escala. Estos equipos realizan evaluaciones y adoptan
las medidas iniciales de control de los riesgos químicos o físicos
que pueden suponer un peligro para el público en general.
El
personal de control de residuos peligrosos se integra en unas
estructuras menos rígidas que las otras categorías profesionales y
se dedica a resolver problemas sobre los que ya se ha experimentado
durante algún tiempo. En ambos casos, los trabajadores
afrontan un riesgo potencial cuyo principal problema es la incertidumbre.
A diferencia de las otras profesiones, en las que el
objeto de control era evidente, estos trabajadores se esfuerzan
por controlar un riesgo cuya identificación puede resultar difícil.
Incluso si se conoce la naturaleza del peligro o de la sustancia
química que lo causa, el riesgo de contraer cáncer u otra enfermedad
a largo plazo suele ser una incógnita. Con frecuencia los
trabajadores ignoran si se trata de una lesión debida al trabajo,
dado que los efectos de la exposición a sustancias químicas
pueden tardar muchos años en manifestarse.
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