Más del 50 % de las muertes relacionadas con el fuego se deben a
la exposición al humo, y no a las quemaduras. Uno de los
factores que más contribuyen a la morbilidad y la mortalidad en
los incendios es la hipoxia ocasionada por la falta de oxígeno en
el ambiente, que provoca pérdida de forma física, confusión e
incapacidad para escapar. Los componentes del humo, por separado
y en combinación, son igualmente tóxicos. En la Figura 95.3
se muestra a un bombero provisto de un equipo autónomo de
protección respiratoria, que rescata a un compañero sin equipo
de protección, atrapado en la densa humareda producida por un
incendio declarado en un almacén de neumáticos. (Al quedarse
sin suministro de oxígeno, el bombero rescatado se quitó como
pudo el equipo de respiración y tuvo la enorme fortuna de ser
rescatado antes de que fuese demasiado tarde.)
Todo tipo de humo, incluso el que se desprende de un
incendio de madera, es peligroso y puede resultar letal si se
inhala en una concentración elevada. El humo es una mezcla
variable de distintos elementos, cuya toxicidad depende, esencialmente
del combustible, del calor desprendido por el fuego y
de la cantidad de oxígeno disponible para la combustión. Los
bomberos que acuden a extinguir un incendio suelen exponerse
a diversas sustancias: monóxido de carbono, dióxido de nitrógeno,
cianuro de hidrógeno, dióxido de azufre, cloruro de hidrógeno,
aldehídos y compuestos orgánicos, como el benceno.
A distintas combinaciones de estos gases corresponden diversos
niveles de riesgo. Unicamente el monóxido de carbono y el
cianuro de hidrógeno se generan comúnmente en concentraciones
letales en el incendio de edificios.
Figura 95.3 • Un bombero rescata a un compañero
atrapado por los humos tóxicos
producidos en el incendio de un
almacén de neumáticos.
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