
El riesgo de electrocución es mayor cuando la escultura está
conectada al transformador de bombardeo para la eliminación
de las impurezas del tubo, o cuando está enchufada a su
fuente de alimentación durante las pruebas o la exposición
(Figura 96.4). La corriente eléctrica que pasa por el tubo
también provoca la emisión de luz ultravioleta que a su vez reacciona
con el cristal impregnado de fósforo, formando distintos
colores. Una parte de la radiación ultravioleta puede llegar a
atravesar el cristal y causar lesiones a las personas cercanas, por
lo que deben usarse gafas especiales de protección.
Algunos fósforos que impregnan el tubo son potencialmente
tóxicos, como determinados compuestos de cadmio. En
ocasiones se añade mercurio al gas neón para crear un color
azul llamativo. El mercurio es volátil a temperatura ambiente y
su inhalación es muy peligrosa por su elevada toxicidad.
El mercurio debe manejarse con extremo cuidado cuando se
introduce en el tubo y debe guardarse en envases sellados e
irrompibles. Los artistas deben emplear bandejas para que no se
derrame el mercurio y disponer de equipos para recogerlo.
Nunca debe aspirarse, pues se dispersaría en forma de vaho por
la salida de aire de la aspiradora.
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