Es en este punto del proceso cuando la enorme necesidad de
mano de obra de esta actividad resulta más evidente. Las
medidas de salud y seguridad deben estar bien coordinadas. La
conciencia de los trabajadores (de su propia seguridad y la de
quienes les rodean) es fundamental para evitar accidentes
laborales.
Cada uno de los recintos interiores del casco está diseñado
con un propósito concreto.
El casco puede ser un simple hueco
destinado a contener lastre o bien albergar depósitos, contenedores
de carga, camarotes o un refinado centro de control de
combate. En cada caso, la construcción del buque obligará a
numerosos especialistas a trabajar muy cerca unos de otros para
realizar una variada gama de tareas.
En una situación típica,
los fontaneros estarán montando válvulas al mismo tiempo que
los electricistas tienden cables e instalan circuitos, los pintores
aplican retoques, los montadores navales colocan y sueldan
planchas en cubierta, las cuadrillas de carpinteros y los especialistas
en aislamiento hacen su labor y los controladores
comprueban si cierto sistema se activa, todo ello en un mismo
sitio. Tales situaciones, y otras aún más complejas, se dan a
diario siguiendo una pauta marcada por los cambios del
programa, las modificaciones técnicas, la disponibilidad de
personal y hasta las condiciones climatológicas.
La aplicación de revestimientos entraña numerosos riesgos.
Los trabajos de pintura a pistola deben llevarse a cabo frecuentemente
en recintos cerrados, en un ambiente enrarecido por la
presencia de partículas volátiles de pinturas, disolventes y
diversos revestimientos epóxicos, caracterizados por su capacidad
sensibilizadora.
Con el paso de los años, y gracias al desarrollo de mejores
equipos, de métodos de construcción más eficaces, de instalaciones
más seguras y de un personal mejor formado, se ha
progresado mucho en el terreno de la salud y la seguridad de los
trabajadores de los astilleros.
No obstante, los mayores avances
se han logrado, y continúan lográndose, centrando la atención
en el trabajador individual y eliminando las conductas que más
contribuyen a la accidentalidad. Si bien esto es aplicable a la
práctica totalidad de los sectores industriales, la gran cantidad
de mano de obra propia del trabajo en los astilleros lo convierte
en un factor de especial relevancia.
A medida que avanzamos
hacia programas de salud y seguridad que suponen una más activa participación de los trabajadores y que incorporan sus
ideas, no sólo se alcanzan grados más altos de conciencia del
riesgo propio de la actividad y de la forma de evitar accidentes,
sino que además los propios trabajadores empiezan a considerar
los programas como algo suyo. Sólo así se obtienen resultados
y se alcanzan los objetivos perseguidos en materia de salud y
seguridad .
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