Los complejos buques mercantes, de pasajeros y de guerra del
decenio de 1990 están formados por toneladas de acero y
aluminio más una gran diversidad de materiales que abarca
desde los más comunes a los más exóticos.
Un solo buque puede
encerrar centenares, e incluso millares, de kilómetros de
conductos y cables, y estar dotado de las más avanzadas centrales
eléctricas y los equipos electrónicos más refinados disponibles en
la actualidad. Deben construirse y mantenerse de forma que
soporten las condiciones ambientales más hostiles y estar al
mismo tiempo dotados de todo el confort y la seguridad necesarios
para la tripulación y el pasaje, así como del grado de fiabilidad
preciso para llevar a cabo sus misiones.
La construcción y reparación de buques se cuentan entre las
actividades industriales más peligrosas del mundo. A título de
ejemplo, y según la Oficina Norteamericana de Estadísticas
Laborales (BLS), la construcción y reparación de buques está
considerada en todo el mundo una de las tres actividades industriales
más peligrosas. Aunque los materiales, los métodos de
construcción, las herramientas y los equipos se han perfeccionado
extraordinariamente con el paso del tiempo y continúan
evolucionando y aunque la formación y el hincapié en materia
de salud y seguridad han contribuido a mejorar de manera
sustancial las condiciones de trabajo en los astilleros, lo cierto es
que en todo el mundo y todos los años se producen lesiones
graves e incluso mortales entre los trabajadores del sector de la
reparación, la construcción y el mantenimiento de buques.
A pesar de los avances tecnológicos, muchas de las tareas y
condiciones asociadas con las operaciones de construcción, botadura,
mantenimiento y reparación de buques siguen siendo en la
actualidad básicamente iguales que cuando se colocó la primera
quilla hace miles de años. El tamaño y la forma de los componentes
de un buque, así como la complejidad propia de su
montaje y equipamiento, impiden automatizar los trabajos,
aunque el avance tecnológico ha aportado cierto grado de automatización.
Las tareas de reparación se resisten firmemente a la
modernización. El trabajo en el sector exige mucha mano de
obra muy cualificada, que con frecuencia se ve obligada a
trabajar en circunstancias muy alejadas de las ideales y en condiciones
físicas muy difíciles.
Las propias condiciones naturales dificultan mucho el trabajo
en los astilleros. Aunque unos pocos están habilitados para
realizar bajo techo trabajos de construcción o de reparación de
buques, en casi todos se trabaja al aire libre. No hay región
climática del planeta en la que no haya astilleros, y mientras que
los situados más al norte han de sufrir las inclemencias del
tiempo (superficies deslizantes a causa de la nieve y el hielo,
pocas horas de luz solar y consecuencias físicos derivadas de las
largas horas de actividad laboral sobre superficies de acero
heladas, a menudo en posturas incómodas) los expuestos a
climas más meridionales han de soportar la tensión del calor,
las quemaduras solares, el trabajo en superficies en las que casi
se puede cocinar, las picaduras de insectos y hasta las mordeduras
de serpientes. Gran parte de estos trabajos se llevan a cabo
sobre el agua, bajo ella o en sus proximidades y, a menudo, a las
rápidas corrientes de marea se suman los vientos que hacen
cabecear y oscilar las mismas superficies de trabajo en que los
trabajadores han de efectuar trabajos de gran precisión y en
las posturas más variadas, utilizando herramientas y equipos
potencialmente muy peligrosos para su integridad física. La
fuerza de estos vientos, con frecuencia imprevisibles, hay que
tenerla muy en cuenta a la hora de mover, suspender o colocar
unidades cuyo peso a menudo excede las 1.000 toneladas con
ayuda de una o varias grúas de izada. Son muchas las dificultades
que impone el medio natural, y se combinan en una
variedad en apariencia infinita de situaciones de riesgo para la
salud y la seguridad que deben ser contrarrestadas por medidas
preventivas especiales.
Es vital que todos los trabajadores esté
debidamente informados y formados a este respecto.
A medida que el buque va tomando forma a partir de las
primeras planchas de acero que constituyen la quilla, se va
convirtiendo en un lugar cada vez más complejo que lleva
asociado un subconjunto en constante cambio de peligros potenciales
y situaciones de riesgo que requieren, no sólo procedimientos
bien fundamentados para la correcta realización del
trabajo, sino también mecanismos para identificar y resolver los
miles de imprevistos que invariablemente surgen a lo largo del
proceso de construcción. Conforme el buque adquiere entidad,
van añadiéndose plataformas y andamiajes para facilitar el
acceso al casco. La misma construcción real de esta red de plataformas
es un trabajo muy especializado y en ocasiones peligroso;
y su terminación supone un aumento del riesgo al que están
expuestos los trabajadores, proporcional a la elevación de esta
estructura sobre el suelo o la superficie del agua.
El interior del
buque va tomando forma al mismo tiempo que el casco, pues los
modernos métodos de construcción permiten apilar unos sobre
otros los grandes subconjuntos que forman los recintos interiores
de la nave.
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