jueves, 22 de mayo de 2014

FORMACION PROFESIONAL Y APRENDIZAJE

La enseñanza de los oficios a través de un sistema de aprendizaje se remonta al menos a la época del Imperio Romano, y se mantiene hoy en día en actividades tradicionales como la zapatería, la carpintería, la cantería y otras. Esta forma de capacitación puede tener carácter informal, cuando una persona que desea aprender un oficio encuentra a un empleador cualificado dispuesto a instruirle a cambio de su trabajo. No obstante, la mayoría de los cursos de aprendizaje están reglados y exigen la celebración de un contrato por escrito entre el empleador y el aprendiz, que se compromete a prestar sus servicios al primero durante un tiempo determinado en compensación por la formación recibida. 
Los programas reglados suelen regirse por normativas relativas a las cualificaciones necesarias para concluir la capacitación establecidas por instituciones como gremios, sindicatos u organizaciones de empresarios. En algunos países, estas dos últimas entidades gestionan directamente los programas, que suelen consistir en una combinación estructurada de formación en el puesto de trabajo e instrucción en las aulas. Sin embargo, en el mundo tecnológico actual, hay una necesidad cada vez mayor de trabajadores cualificados en numerosas áreas, como técnicos de laboratorio, mecánicos, maquinistas, cosmetólogos, cocineros, personal empleado en el sector de servicios, etc. 
El aprendizaje de estas actividades que requieren una cualificación suele ofrecerse en el marco de programas de formación profesional desarrollados en escuelas, institutos, centros politécnicos, escuelas universitarias que imparten programas bianuales y otras instituciones similares. En ocasiones, los programas incluyen prácticas en entornos de trabajo reales. Tanto los profesores como los estudiantes que participan en los programas de formación profesional se exponen a riesgos derivados del contacto con sustancias químicas y agentes físicos, la utilización de maquinaria y riesgos específicos de cada oficio o sector. En muchos programas, los alumnos emplean equipos anticuados donados por las empresas del sector. Son máquinas que no suelen disponer de las medidas de seguridad actuales, como resguardos apropiados, frenos de acción rápida, sistemas de control de ruidos, etc. Con frecuencia, los propios profesores carecen de una formación adecuada sobre los riesgos de la actividad y las precauciones necesarias. Además, es habitual que los centros docentes no cuenten con unos sistemas de ventilación adecuados y otros equipos de prevención.
Los aprendices suelen enfrentarse a situaciones de alto riesgo debido a que se les asignan las tareas más insalubres y peligrosas. A menudo, representan una fuente de mano de obra barata. En este contexto, es aún más probable que los empleadores carezcan de la formación necesaria en materia de riesgos y precauciones propios de la actividad. Los programas informales de aprendizaje no suelen estar regulados y es habitual que los aprendices sometidos a estos riesgos y formas de explotación no tengan posibilidad de recurrir ante ninguna instancia. Otro problema común a los programas de aprendizaje y la formación profesional es la edad. El acceso a estas vías de capacitación suele producirse entre los 16 y los 18 años. La formación profesional puede iniciarse en los centros de enseñanza primaria. Los estudios realizados indican que un porcentaje desproporcionado de las reclamaciones de indemnización por bajas a causa de accidente son presentadas por trabajadores jóvenes (con edades comprendidas entre los 15 y los 19 años). En Ontario, Canadá, en 1994, el mayor número de trabajadores jóvenes accidentados desarrollaban su actividad en el sector de servicios. 
De estas estadísticas se desprende la posibilidad de que los alumnos que acceden a dichos programas no comprendan la importancia de la formación sobre salud y seguridad. También es posible que los períodos de atención y los niveles de comprensión de los alumnos difieran de los característicos en los adultos, lo que debe reflejarse en su formación. Por último, hay que hacer hincapié en sectores como el de los servicios, en el que la salud y la seguridad no han recibido, por lo general, la atención prestada en otros sectores. En todo programa profesional o de aprendizaje, debe impartirse formación sobre salud y seguridad, incluida la relativa a la comunicación de riesgos. Los profesores o los empleadores deben poseer una capacitación adecuada en materia de riesgos y precauciones, para protegerse a sí mismos e instruir adecuadamente a los alumnos. En el trabajo y en las instalaciones dedicadas a la docencia deben adoptarse las medidas de precaución pertinentes.

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