Los profesores se exponen a riesgos específicos. Enfermedades
infecciosas como la tuberculosis, el sarampión y la varicela
pueden propagarse con facilidad en los centros escolares. Son
esenciales, por tanto, las vacunaciones (tanto de alumnos como
de profesores), las pruebas de tuberculosis y otras medidas de
salud pública normalizadas (véase la Tabla 94.2).
La sobreocupación
y el ruido en las aulas, la inadecuación de las instalaciones
y cuestiones relativas al progreso en la carrera
profesional, la seguridad en el puesto de trabajo y la falta
general de control sobre las condiciones de trabajo contribuyen
a la aparición de graves problemas de estrés, al absentismo y al
agotamiento del profesorado. Entre las soluciones se encuentran
la adopción de cambios institucionales con el fin de mejorar las
condiciones de trabajo y la formulación de programas de reducción
del estrés siempre que sea posible. Un problema cada vez
mayor, sobre todo en los entornos urbanos, es la violencia contra
los profesores por parte de los alumnos y, en ocasiones, de
personas ajenas a los centros docentes. En Estados Unidos,
muchos estudiantes de enseñanza secundaria, en especial de
centros urbanos, llevan armas, incluidas pistolas. En las escuelas
que presentan este tipo de problemas, es imprescindible poner
en práctica programas organizados de prevención de la
violencia.
También los auxiliares docentes se enfrentan a
muchos de estos riesgos.
Los profesores que imparten clases especializadas pueden
verse sometidos a riesgos profesionales adicionales, como la
exposición a sustancias químicas, los peligros relacionados con
la maquinaria, accidentes, riesgos de carácter eléctrico, niveles
de ruido excesivos, radiaciones e incendios, dependiendo del
tipo de aula utilizada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario