La construcción de ferrocarriles sucedió históricamente a los
canales y precedió a las carreteras importantes. Los clientes de
los contratos de construcción ferroviaria pueden ser compañías
ferroviarias u organismos públicos, si los ferrocarriles son financiados
por el gobierno. Como en el caso de las carreteras,
el proyecto de un ferrocarril que resulte económico y seguro de
construir y operar depende de un buen reconocimiento previo
del terreno. En general, las locomotoras no funcionan bien en
pendientes escarpadas, y, por tanto, los proyectistas del trazado de
las vías han de evitar los cambios de nivel, rodeando o atravesando
los obstáculos mejor que pasando por encima de los
mismos. Los proyectistas de ferrocarriles están sujetos a dos
limitaciones particulares en primer lugar, las curvas del trazado
de la vía deben tener un radio muy largo (de otro modo los trenes
no pueden tomarlas); en segundo lugar, todas las estructuras relacionadas
con el ferrocarril —sus puentes, túneles y estaciones—
deben estar capacitados para acomodar el gálibo de las mayores
locomotoras y material ferroviario que utilice la vía. El gálibo es
la silueta del material ferroviario más una separación para facilitar
el paso seguro a través de puentes, túneles, etc.
Los contratistas que realizan trabajos de construcción y reparación
de ferrocarriles requieren la maquinaria de construcción
habitual y un apoyo logístico eficaz para asegurar que las vías, el
balasto y el resto de los materiales siempre estén disponibles,
incluso en los sitios alejados. Los contratistas pueden usar la vía
que acaban de tender para los trenes de suministro de sus obras.
Los contratistas que efectúan el mantenimiento de ferrocarriles
en funcionamiento tienen que adoptar precauciones para que
sus trabajos no interfieran con los movimientos de trenes y para
no poner en peligro a los obreros o al público.
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