Lamentablemente, la violencia es un componente del trabajo
policial. En Estados Unidos, la tasa de homicidios de policías es
más del doble de la de la población general. Las agresiones
durante el desempeño de sus tareas es algo común entre los
funcionarios de policía. Recientemente se han realizado numerosas
investigaciones sobre las actividades susceptibles de degenerar
en actos de violencia. En cambio, se han proyectado serias
dudas sobre la posibilidad de que las disputas domésticas constituyan
situaciones de especial riesgo (Violanti, Vena y Marshall
1986). Más recientemente, se clasificaron las actividades que
encierran un mayor riesgo de provocar agresiones a los agentes
de policía: en primer lugar se situaban el arresto y control de
personas sospechosas; en segundo lugar, los atracos, y en tercer
lugar, las disputas domésticas.
El tipo de violencia que amenaza a los funcionarios de policía
varía de un país a otro. Por ejemplo, las armas de fuego son más
abundantes en Estados Unidos que en el Reino Unido y en el
resto de la Europa occidental. En los países en que la intranquilidad
política se ha recrudecido recientemente, los agentes de
policía pueden ser objeto de atentados con armas de fuego automáticas
o de gran calibre. Las heridas por arma blanca pueden
producirse en cualquier lugar, si bien las armas largas, como el
machete, son más frecuentes en los países tropicales.
Los agentes de policía deben mantener un elevado nivel de
aptitud física. La formación del personal de policía debe
comprender el control físico de los sospechosos, así como el uso
de armas de fuego y de otros medios, como el gas CS, el spray
de pimienta y la porra. En algunos lugares es necesario el uso de
equipo de protección individual del tipo del chaleco blindado.
También es importante contar con un sistema de comunicación
que permita la petición de ayuda. Sin embargo, lo más
importante de la formación es la prevención de la violencia. La
filosofía actualmente dominante en la actuación policial hace
hincapié en el concepto de vigilancia de la comunidad y en la
integración del funcionario de policía en la vida de la comunidad.
Es de esperar que, a medida que esta filosofía sustituya al
concepto de incursión armada en la población, se reducirá la
necesidad de recurrir a las armas y a los chalecos blindados.
Las secuelas de la violencia no siempre son físicas, pues los
actos violentos son extremadamente estresantes, en especial si el
incidente se ha saldado con lesiones graves, derramamiento de
sangre o muerte. Particular importancia reviste la evaluación
de un trastorno por estrés postraumático (TEPT) después de
tales incidentes.
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