La forma más común de demolición (y, si se hace adecuadamente,
en muchos aspectos la más segura) es derribar a bolazos,
usando una bola de acero u hormigón suspendida del gancho de
una grúa con un brazo bastante fuerte para resistir los esfuerzos
especiales impuestos por el golpe de la bola. El brazo se mueve
hacia los lados y la bola se lanza contra el muro a demoler. El
riesgo más importante consiste en que la bola se quede atrapada
en la estructura o en los escombros, y luego tratar de liberarla
tirando con el gancho de la grúa. Ello produce una gran sobrecarga
en la grúa y, o bien el brazo de la grúa o el cable se pueden
romper. Puede ser necesario que un obrero trepe hasta donde se
ha quedado acuñada la bola para liberarla. Sin embargo, esto no
se puede hacer si hay peligro de que esa parte del edificio caiga
sobre el obrero. Otro riesgo asociado con operadores de grúa
menos expertos es dar golpes demasiado fuertes con la bola, los
cuales pueden originar la caída accidental de partes del edificio
que no estaban programadas.
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