Riesgos
Las obras subterráneas incluyen la construcción de túneles para
carreteras, autopistas, vías férreas y el tendido de tuberías de
alcantarillado, agua caliente, vapor, conducciones eléctricas,
cables telefónicos. Entre los riesgos de este trabajo se incluyen el
duro trabajo físico, el polvo de sílice cristalino, el polvo de
cemento, el ruido, las vibraciones, los escapes de los motores
de gasóleo, las emanaciones químicas radón y la falta de oxígeno.
A veces, estos trabajos deben realizarse en ambientes presurizados.
Los trabajadores de estas obras corren el riesgo de sufrir
lesiones graves y, a menudo, fatales. Algunos riesgos son los
mismos que los de la construcción en superficie, pero agravados
por la condición de trabajar en un espacio encerrado. Otros
riesgos son específicos del trabajo subterráneo. Entre éstos se
incluyen: golpes de maquinaria especial, electrocución, sepultamiento
por desprendimientos de techo o paredes, asfixia o
lesiones por fuegos y explosiones. En los trabajos en túneles se
pueden encontrar bolsas de agua no previstas que pueden
producir inundaciones y anegamientos.
La construcción de túneles requiere un esfuerzo físico considerable.
El consumo de energía durante el trabajo manual suele
ser de 200 a 350 W, con una gran parte de carga estática
muscular. El ritmo cardíaco durante los trabajos con barrenos de
aire comprimido y martillos neumáticos alcanza 150-160 pulsaciones
por minuto. El trabajo se suele realizar en condiciones
microclimáticas desfavorables de frío y humedad, y a veces en
posturas de trabajo fatigosas. Todo ello suele ir acompañado de
otros factores de riesgo que dependerán de las condiciones
geológicas locales y del tipo de tecnología que se utilice. Esta
pesada carga de trabajo puede contribuir notablemente a la
fatiga por calor.
La mecanización puede reducir la dureza del trabajo manual.
Pero la mecanización conlleva sus propios riesgos. El trabajo de
máquinas móviles grandes y potentes en un lugar cerrado introduce
riesgos de lesiones graves al personal que trabaja en su
proximidad, que puede ser golpeado o aplastado por ellas. La
maquinaria para estos trabajos también puede originar polvo,
ruido, vibraciones y gases de los tubos de escape de los motores
diesel. Por otro lado, la mecanización necesita menos mano de
obra, lo que reduce el número de personas expuestas, pero a
cambio de un mayor desempleo y todos los problemas que ello
lleva consigo.
La sílice cristalina (llamada también sílice libre y cuarzo)
aparece de manera natural en muchos tipos de roca. La piedra
arenisca es prácticamente sílice pura; el granito puede contener
un 75 %, los esquistos un 30 %, y la pizarra un 10 %. La piedra
caliza, el mármol y la sal, a efectos prácticos, no contienen sílice
alguna. Teniendo en cuenta que la sílice está omnipresente en la
corteza terrestre, es preciso tomar muestras de polvo, al menos
al comienzo de un trabajo subterráneo y siempre que el tipo de
roca cambie a medida que el trabajo avanza.
Siempre que se procede al machacado, perforación, molienda
o cualquier otro tipo de pulverización de una roca que contenga
sílice, se originará polvo de sílice inhalable. Los principales
causantes de la incorporación de polvo de sílice en el aire son las
perforadoras de aire comprimido y los martillos neumáticos. El
trabajo con estas herramientas se ejecuta más frecuentemente en
el frente de avance del túnel y, por tanto, los trabajadores en
estas zonas son los que sufren una mayor exposición.
En tales casos, es de obligada aplicación la tecnología de eliminación del
polvo.
Las voladuras no sólo generan escombros que vuelan, sino
también polvo y óxidos nitrosos. Para evitar una excesiva exposición,
el procedimiento usual consiste en impedir el reingreso en
la zona afectada hasta que el polvo y los gases se hayan disipado.
Una práctica corriente consiste en hacer las voladuras al final
del último turno de trabajo del día y limpiar los escombros
durante el turno siguiente.
Al mezclar el cemento se origina polvo de cemento. En altas
concentraciones, este polvo irrita la membrana mucosa y respiratoria,
pero no se han observado efectos crónicos. Sin embargo,
si se deposita sobre la piel y se mezcla con el sudor, el polvo de
cemento puede causar dermatosis. Cuando el hormigón
húmedo se pulveriza in situ, también puede causar dermatosis.
El ruido producido en los trabajos subterráneos puede ser
considerable. Entre las fuentes de ruido principales se incluyen
los martillos y perforadoras neumáticos, los motores de gasóleo y
los ventiladores. Dado que el trabajo se realiza en un recinto
cerrado, existe también un ruido importante a causa de la reverberación.
Los niveles de ruido punta pueden sobrepasar los
115 dBA, siendo la exposición media ponderada de 105 dBA.
Existe una tecnología, que debe ser aplicada, para la reducción
del ruido de la mayoría de las máquinas.
Los trabajadores en obras subterráneas también pueden
encontrarse expuestos a vibraciones en todo el cuerpo producidas
por la maquinaria móvil y a vibraciones en brazos y manos
a causa del manejo de perforadoras y martillos neumáticos. Los
niveles de aceleración transmitidos a las manos por las herramientas
neumáticas pueden alcanzar los 150 dB (equivalentes a
10 m/s2). Los efectos perniciosos de las vibraciones de brazos y
manos pueden verse agravados por un ambiente de trabajo frío
y húmedo.
Si el terreno tiene una alta saturación de agua o si el trabajo
se realiza por debajo del agua, la zona de trabajo puede tener
que ser presurizada para mantenerla libre de agua. Para el
trabajo por debajo del nivel del agua se utilizan cajones de aire
comprimido. Cuando los trabajadores en este ambiente hiperbárico
efectúan una rápida transición a la presión atmosférica
normal, corren el peligro del mal de descompresión y los trastornos
asociados al mismo. Dado que la absorción de la mayoría
de gases y vapores tóxicos depende de su presión parcial, a
mayor presión, mayor será la absorción. Por ejemplo, 10 ppm de
monóxido de carbono (CO) a 2 atmósferas de presión producirán
el mismo efecto que 20 ppm CO a 1 atmósfera.
Las sustancias químicas se utilizan en los trabajos subterráneos
de diversas formas. Por ejemplo, capas poco coherentes
de roca se pueden estabilizar con una inyección de resina de
formaldehído de urea, con espuma de poliuretano o con mezclas
de cristales de agua sódica con formamida o con acetato de
etilo y de butilo. A consecuencia de ello, durante su aplicación se
pueden producir en la atmósfera del túnel vapores de formaldehído,
amoníaco, alcohol etílico o butílico o diisocianatos.
Con posterioridad a su aplicación, estas sustancias contaminantes
pueden extenderse por el túnel desde las paredes circundantes,
y, por tanto, pueden dificultar el control pleno de su
concentración, incluso empleando una ventilación mecánica
intensiva.
El radón aparece de forma natural en algunas rocas y puede
filtrarse en la atmósfera de trabajo, donde se degradará, convirtiéndose
en otros isótopos radiactivos. Algunos de ellos emiten
radiaciones alfa y pueden inhalarse, aumentando el riesgo de
cáncer de pulmón.
Los túneles que se construyen en zonas habitadas también
pueden ser contaminados por sustancias procedentes de las
tuberías circundantes. El agua, el gas doméstico y de
calefacción, el gasóleo, la gasolina, etc. se pueden filtrar en un
túnel, o si algunas de las tuberías portadoras sufren una rotura
durante la excavación, pueden penetrar en el lugar en que se
está trabajando.
La construcción de pozos verticales empleando tecnología
minera plantea problemas de salud similares a los de los trabajos
en un túnel. En aquellos en que se encuentran presentes sustancias
orgánicas, es de temer la aparición de restos de descomposición
microbiana.
Los trabajos de mantenimiento en túneles para el tráfico se
diferencian de otros trabajos similares en superficie, principalmente
por la dificultad de instalar el equipo de control y seguridad;
por ejemplo, ventilación para la soldadura eléctrica;
ello puede influir en la calidad de las medidas de seguridad.
El
trabajo en los túneles en los que discurren tuberías de agua
caliente o vapor, acarrea una intensa carga térmica, que exigirá
un régimen especial de trabajo y períodos de descanso.
La falta de oxígeno se puede dar en los túneles tanto porque el
oxígeno sea desplazado por otros gases, como porque sea consumido
por microbios o por oxidación de las piritas. Los microbios
también pueden desprender metano o etano que no sólo
desplazan al oxígeno sino que, en una concentración suficiente,
pueden crear el riesgo de explosiones. El dióxido de carbono
(comúnmente denominado en Europa anhídrido carbónico)
también es generado por la contaminación microbiana. Las
atmósferas de espacios que han permanecido cerrados largo
tiempo pueden estar compuestas en su casi totalidad de nitrógeno,
del 5 al 15 % de dióxido de carbono y carecer prácticamente
de oxígeno.
El anhídrido carbónico se introduce en el pozo desde el
terreno circundante debido a los cambios de presión atmosférica.
La composición del aire en el interior del pozo puede
cambiar muy rápidamente: durante la mañana puede ser
normal y por la tarde ser deficiente en oxígeno.
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