Se ha informado sobre funcionarios de policía que han contraído
el SIDA en el trabajo. En mayo de 1993, el Federal Bureau of
Investigations (FBI) de EE.UU. informó de que siete funcionarios
de policía habían contraído el SIDA en su trabajo a lo largo de
10 años (Bigbee 1993). Hay que señalar que se trata de un
número de casos sorprendentemente pequeño para un período
de 10 años en todo el país, y también que se ha discutido si todos
estos casos pueden considerarse relacionados con el trabajo. No
obstante, es perfectamente posible infectarse con el VIH a consecuencia
del trabajo de policía.
Como no existe curación para el SIDA, ni una vacuna que
prevenga la enfermedad, la mejor defensa de un policía contra
esta infección es la prevención. Siempre que sea posible,
los agentes deben utilizar guantes de látex cuando deban exponerse
al contacto con sangre u otros elementos de prueba contaminados
con ella, sobre todo si se produce algún desgarro de
piel en las manos.
Mientras esté de servicio, el agente de policía debe cubrirse
cualquier herida o llaga abierta en la piel con un apósito oclusivo.
Debe ponerse especial cuidado en la manipulación de
agujas, y tanto éstas como las jeringuillas deben guardarse en un
recipiente para objetos punzantes que no pueda ser atravesado
por las agujas. Hay que evitar el contacto con los bordes afilados
y poner especial cuidado en la manipulación de los objetos
cortantes recogidos como prueba, en especial si se encuentran
contaminados con sangre fresca. A ser posible, deben recogerse
con la ayuda de instrumentos mejor que con las manos.
En los intentos de reanimación hay que utilizar guantes de
látex y una mascarilla de protección, y siempre se llevarán
guantes para prestar primeros auxilios. Si embargo, no hay que
olvidar, que el riesgo de infectarse con VIH a causa de las
técnicas de reanimación es muy remoto.
Algunas técnicas tradicionalmente utilizadas por la policía
deben evitarse.
Por ejemplo, el cacheo manual del cuerpo de los
sospechosos es peligroso para el agente, pues muchos policías se
han pinchado con agujas al emplear este procedimiento. Igualmente
peligrosa es la costumbre de registrar recipientes, bolsas e
incluso bolsillos revolviendo su contenido con la mano. El contenido
de los recipientes tiene que vaciarse en una superficie lisa y
examinarse claramente a la vista. Por el mismo motivo, hay que
evitar la búsqueda a ciegas debajo de los asientos de los coches
y entre el asiento y el respaldo de sillas y sofás. Es mejor
desmontar los muebles que obligar a los agentes a introducir a
ciegas la mano en sitios en que se pueden ocultar agujas y jeringuillas.
Los guantes de látex no evitan los pinchazos con agujas.
El uso de equipos de protección ocular y de mascarillas puede
ser aconsejable si existe un riesgo potencial de salpicadura de
líquidos corporales, como sangre o saliva. Tiene que haber un
sistema establecido de eliminación segura de los equipos de
protección individual, y un lugar en el que los policías puedan
lavarse las manos. Dado que muy pocos coches patrulla están
equipados con lavabos y agua corriente, deben suministrarse a
las dotaciones soluciones de lavado previamente envasadas para
la higiene de la piel. Por último, debe plantearse la pregunta de
qué tiene que hacer el policía que, a pesar de las precauciones
adoptadas, sufre una exposición a través de la piel al VIH.
Después de limpiar cuidadosamente la herida, el primer paso es
determinar si el origen de la exposición es realmente una
persona seropositiva, cosa que no siempre resulta posible.
El segundo paso consiste en informar al agente de policía del
riesgo real de infección, pues muchos legos en medicina magnifican
este riesgo. En tercer lugar, hay que informar al funcionario
de policía de que debe repetirse las pruebas durante un
período mínimo de seis y, posiblemente, nueve meses para
descartar el riesgo de infección. Asimismo, hay que adoptar
medidas para evitar la infección del compañero sentimental del
agente de policía durante un mínimo de seis meses. Finalmente,
debe abordarse la cuestión de la profilaxis posterior a la exposición.
Existen pruebas crecientes de que la profilaxis con
fármacos antivíricos puede ayudar a reducir el riesgo de seroconversión
tras una exposición a través de la piel. Estos
fármacos se comentan en otro capítulo de la Enciclopedia.
Además, la profilaxis es actualmente objeto de amplias investigaciones,
por lo que se recomienda la consulta de bibliografía
actualizada en busca del método más adecuado. Se conocen numerosos casos de hepatitis de origen laboral
entre los miembros de las fuerzas de orden público. Si bien, en
términos cuantitativos, el riesgo no es excesivamente alto
en comparación con el de otras profesiones, se trata de un
peligro real de contraer una enfermedad profesional. Los
métodos de prevención de la infección con el VIH, que se han
descrito anteriormente, son igualmente aplicables a la transmisión
del virus de la hepatitis B por la sangre. Dado que la hepatitis
B es mucho más contagiosa que el SIDA y mucho más
propensa a producir la enfermedad o la muerte a corto plazo,
constituye una razón aún más perentoria para adoptar precauciones
universales.
Existe una vacuna eficaz contra la hepatitis B, y todos los
funcionarios de policía, independientemente de que realicen
investigaciones forenses o simples labores de patrulla callejera,
deben vacunarse contra la hepatitis B. Los policías también
pueden verse expuestos a otros procesos, como la hepatitis C, la
tuberculosis y los patógenos aerotransportados.