La atención a la infancia, que exige la asistencia física y con
frecuencia la educación de niños de corta edad, adopta muchas
formas diferentes en diversas partes del mundo. En muchos países
en que son habituales las familias extensas, los abuelos y otras
mujeres de la familia cuidan de los niños cuando la madre se
ausenta para trabajar. En países en que predominan las familias
nucleares y/o monoparentales y las madres trabajan, la atención
prestada fuera del hogar a los niños sanos que no han alcanzado
la edad escolar suele corresponder a escuelas de párvulos o guarderías
privadas o públicas. En muchos países (por ejemplo,
Suecia), estas instalaciones dedicadas a la prestación de cuidados
a la infancia son gestionadas por los ayuntamientos. En Estados
Unidos, la mayoría de estos centros son privados, aunque suelen
estar regulados por los departamentos locales de sanidad. Una
excepción es el Head Start Program destinado a los niños en edad
preescolar y financiado por la Administración.
En general, la dotación de personal de los centros de atención a
la infancia depende del número de niños y de las características de
la instalación. Para grupos reducidos (normalmente menos de 12),
el centro puede ubicarse en un domicilio particular en el que el
prestador de los cuidados atiende, además, a sus hijos en edad
preescolar. La plantilla puede estar compuesta por uno o varios asistentes
adultos cualificados de forma que se satisfagan los requisitos
relativos al coeficiente de niños por cuidador. Los centros de
cuidados de día y las escuelas de párvulos son instalaciones de
mayor tamaño y carácter más formal. La formación del personal de
estos centros debe ser más completa y las plantillas pueden estar
compuestas por un director y profesores cualificados, personal de
enfermería bajo la supervisión de un médico, restauradores (especialistas
en nutrición, gestores de servicios de alimentación y cocineros)
y otros trabajadores, como los encargados del transporte y el
mantenimiento. Los centros de cuidados de día deben disponer de
instalaciones como un área de juegos al aire libre, un guardarropa,
un área de recepción, aulas y zona de juegos en el interior, cocina,
servicios sanitarios, salas de administración, lavandería, etc.
Las obligaciones del personal comprenden la supervisión de los
niños en todas sus actividades, el cambio de pañales a los bebés,
la atención emocional de los niños, la enseñanza, la preparación y
el servicio de comidas, la detección de signos de enfermedad y/o
de riesgos para la seguridad y muchas otras funciones.
El personal de las guarderías se enfrenta a muchos de los riesgos
existentes en entornos interiores normales, como la presencia de
contaminantes en suspensión en el aire, la iluminación deficiente, un
control de la temperatura inadecuado, resbalones y caídas, y
peligro de incendio. (Véase el artículo titulado “Centros de enseñanza
elemental y secundaria”.) Sin embargo, el estrés (que a
menudo acaba en agotamiento) y las infecciones son los riesgos
principales a que se exponen estos trabajadores. Otros factores
consisten en la necesidad de levantar y transportar a los niños y el
contacto con productos para actividades artísticas potencialmente
peligrosos.
Estrés
Entre las causas de estrés del personal de las guarderías cabe citar
la gran responsabilidad asumida respecto al bienestar de los niños
sin recibir a cambio una remuneración y un reconocimiento
adecuados; la percepción externa de una falta de cualificación, a
pesar de que la formación de muchos de estos trabajadores se sitúa
por encima de la media; los problemas de imagen debidos a la
amplia difusión concedida a incidentes de malos tratos y abusos a
niños protagonizados por miembros del personal de estos centros y
que ha dado lugar a la toma de huellas dactilares de trabajadores
inocentes tratados como posibles delincuentes; y las deficientes
condiciones de trabajo. Entre éstas últimas se cuentan un bajo
índice de cuidadores por niño, el ruido continuo, la falta de tiempo
y de instalaciones apropiadas para disfrutar de las comidas y los
descansos lejos de los niños y la inadecuación de los mecanismos
de interacción entre padres y trabajadores, que pueden dar lugar a
presiones y críticas innecesarias y posiblemente injustas de los
primeros a los segundos.
Como medidas preventivas para reducir el estrés de estos trabajadores
figuran la elevación de los salarios y la mejora de las prestaciones;
el aumento de los índices de cuidadores por niño con el
fin de facilitar la rotación de puestos de trabajo, los descansos, las
bajas por enfermedad y la optimización del rendimiento, lo que
redunda en una mayor satisfacción en el puesto; el establecimiento
de mecanismos formales de comunicación y cooperación entre
padres y trabajadores (posiblemente, con la creación de un comité
de salud y seguridad conjunto); y el perfeccionamiento de las
condiciones de trabajo, concretada en la disposición de sillas para
adultos, períodos regulares de “silencio”, un área de descanso
especial para el personal, etc.
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