lunes, 30 de junio de 2014

Protección personal

Los bomberos realizan esfuerzos ímprobos durante la lucha contra incendios. En el lugar de un incendio, a los esfuerzos físicos se suman las exigencias metabólicas de la respuesta al calor y a la pérdida de líquidos corporales. El efecto combinado del calor corporal generado por el trabajo y el calor exterior producido por el fuego, puede provocar un aumento acusado de la temperatura corporal, que en situaciones extremas alcanza niveles inusualmente altos. Las pausas de media hora para reemplazar el equipo autónomo de protección respiratoria, no bastan para detener este aumento de la temperatura, que puede llegar a unos niveles peligrosos si la labor de extinción se prolonga. Aunque imprescindibles, los equipos de protección individual, en especial los sistemas de respiración autónomos, imponen a los bomberos un considerable gasto adicional de energía. 
Asimismo, las ropas protectoras se hacen mucho más pesadas al mojarse. Los equipos autónomos de protección respiratoria constituyen un elemento eficaz de protección individual que, si se usa correctamente, evita la exposición a los productos de la combustión. Lamentablemente, estos aparatos sólo suelen utilizarse durante la fase “crítica” del incendio, en la que los bomberos luchan denodadamente por extinguir el fuego, y se prescinde normalmente de ellos durante la fase de “revisión”, en la que, extinguido el incendio, se inspeccionan los restos para terminar de apagar las ascuas y las llamas que siguen brotando de los rescoldos. 
Los bomberos suelen evaluar el riesgo a que están expuestos basándose en la intensidad del humo, y deciden sobre el uso de los equipos autónomos de protección respiratoria únicamente en función de lo que perciben. Esto los induce a cometer graves errores de juicio después de la extinción del incendio, puesto que, aunque la situación parezca estar bajo control, puede ser todavía peligrosa. Los estudios de salud laboral en la lucha contra incendios se han centrado en buena medida en el mayor gasto energético debido al uso del equipo de protección individual. Ello refleja sin duda el grado en que un asunto de enorme interés general, como es el uso de equipo de protección individual, adquiere una significación especial en la lucha contra incendios. Si bien los bomberos están obligados a usar diversos equipos de protección individual durante el trabajo, la protección respiratoria es la más preocupante y la que ha merecido mayor atención. Se ha observado una reducción del 20 % del rendimiento en el trabajo por causa del equipo autónomo de protección respiratoria, que constituye un estorbo importante en situaciones extremas y peligrosas. Las investigaciones realizadas han identificado varios factores significativos en la evaluación de las demandas fisiológicas debidas, en concreto, a los equipos respiratorios, entre ellos, las características del respirador, las condiciones fisiológicas del usuario y los efectos de la interacción con otros equipos de protección individual y con las condiciones ambientales. 
El típico “atuendo de faena” del bombero puede pesar 23 kilos, lo que obliga a un elevado gasto energético. La ropa de protección contra sustancias químicas (17 kilos), utilizadas para la eliminación de los vertidos, es el siguiente equipo de protección individual más engorroso, seguido del equipo autónomo de protección respiratoria, acompañado con ropa ligera, que es apenas más fatigoso que el uso de ropas ligeras pirorresistentes combinadas con una máscara de bajo índice de resistencia. Se ha establecido una asociación entre el uso de ropa de protección y equipo de extinción de incendios y una retención significativamente mayor del calor generado por el organismo, así como el aumento de la temperatura corporal.

domingo, 29 de junio de 2014

Ergonomía

La lucha contra incendios es una actividad agotadora que suele desarrollarse en condiciones ambientales extremas. Las exigencias de este trabajo son esporádicas e imprevisibles, y se caracteriza por largos períodos de espera, interrumpidos por episodios de actividad intensa. Una vez iniciada la lucha contra incendios, el esfuerzo físico del bombero se mantiene en un nivel relativamente elevado y constante. Toda exigencia adicional originada por la necesidad de rescatar víctimas o por la incomodidad del equipo de protección individual (por necesario que éste sea) produce una reducción del rendimiento, ya que los bomberos siempre actúan al máximo de su capacidad. 
El uso del equipo de protección individual ha impuesto nuevas demandas fisiológicas a los bomberos y les ha aliviado de otras, al reducir los niveles de exposición. Diversos estudios ergonómicos sobre la lucha contra incendios han arrojado considerable luz sobre las tremendas exigencias físicas de este trabajo. Los bomberos ajustan su nivel de esfuerzo físico, medido por la frecuencia cardíaca, a unos patrones previamente establecidos durante los simulacros de incendio. Al principio, durante el primer minuto, su frecuencia cardíaca se incrementa rápidamente, hasta el 70 o el 80 % del valor máximo. A medida que se prolonga la intervención de los bomberos, su frecuencia cardíaca se mantiene entre el 85 y el 100 % del máximo. 
Las exigencias energéticas requeridas en la lucha contra incendios se complican a causa de las condiciones extremas presentes en muchos incendios en interiores. Las demandas metabólicas que suponen la retención del calor corporal, el calor generado por el fuego y la pérdida de líquido a través del sudor, agravan las exigencias del esfuerzo físico. La actividad conocida que requiere mayores exigencias es la búsqueda de víctimas en el interior de las construcciones por parte del bombero de “en cabeza” (el primero en penetrar en el edificio), cuya consecuencia es una mayor frecuencia cardíaca media, de 153 pulsaciones por minuto, y una mayor elevación de la temperatura rectal, de 1,3 ºC. 
El trabajo de los bomberos “de refuerzo” (que penetran más tarde en el edificio para combatir las llamas o para realizar nuevos registros en busca de otras víctimas) es el segundo en orden de exigencia, seguido del trabajo de la brigada exterior de lucha contra incendios, asistida por el capitán de la brigada (que dirige el trabajo de los bomberos, por regla general, a una cierta distancia del incendio). Otras tareas con niveles de exigencia, en orden decreciente de coste de energía, son las de trepar por las escalas, arrastrar las mangueras y transportar y elevar las escalas móviles. Durante la lucha contra incendios, la temperatura corporal y la frecuencia cardíaca experimentan un comportamiento recurrente a lo largo de varios minutos: ambos parámetros aumentan ligeramente en respuesta a los trabajos de preparación para la entrada en el edificio, incremento que se acelera como resultado de la exposición al calor ambiental y, a renglón seguido, experimentan un crecimiento más acusado a consecuencia de la elevada carga de trabajo soportada en condiciones de estrés por calor. 
Al cabo de 20 a 25 minutos, que es la autonomía habitual de los equipos autónomos de protección respiratoria usados por los bomberos en interiores, el estrés fisiológico se mantiene dentro de unos límites tolerables para una persona sana. En cambio, si la labor de extinción se prolonga y obliga a penetrar varias veces en la estructura en llamas, el tiempo transcurrido entre los cambios de la botella de aire del equipo autónomo de protección respiratorio no permite un refrescamiento, lo que provoca un incremento acumulado de la temperatura basal y un riesgo creciente de sufrir estrés por calor.

sábado, 28 de junio de 2014

Lesiones

Las lesiones asociadas a la lucha contra incendios son fáciles de predecir: quemaduras, caídas y golpes por caídas de objetos. La mortalidad producida por estos factores es notablemente mayor entre los bomberos que en otras categorías de trabajadores. El trabajo de lucha contra incendios se caracteriza por un elevado riesgo de sufrir quemaduras, especialmente para los trabajadores que acuden los primeros al lugar del incendio o que están más cerca de las llamas, como ocurre con el bombero que sostiene la boquilla de la manguera. Asimismo, las quemaduras se asocian más frecuentemente con los incendios en sótanos, cuando existen antecedentes de una lesión anterior al siniestro y cuando la formación se ha impartido fuera del departamento de incendios. Las caídas suelen relacionarse con el uso del equipo de protección respiratoria autónomo y el servicio en las flotillas de camiones.

viernes, 27 de junio de 2014

Enfermedades pulmonares

La exposición a elementos poco comunes, como los humos procedentes de plásticos ardiendo, resulta sumamente tóxica para el pulmón y puede llegar a producir invalidez permanente. La tarea normal del bombero puede provocar trastornos de corta duración similares al asma, que desaparecen al cabo de unos días. No parece que esto aumente, a lo largo de su vida, el riesgo de fallecer de enfermedad pulmonar crónica, a menos que se haya producido una exposición extraordinariamente intensa (riesgo de morir a consecuencia de la inhalación de humos) o que se inhale humo de características poco comunes (especialmente el derivado de la combustión de cloruro de polivinilo (CPV)). La enfermedad pulmonar obstructiva crónica ha sido ampliamente investigada entre los bomberos, y los hallazgos no avalan la tesis de una asociación con su trabajo, por lo que no procede formular una suposición. Una excepción a esta conclusión pueden ser los raros casos en que aparece una enfermedad pulmonar crónica tras una exposición aguda inusual o intensa y existen antecedentes de complicaciones médicas. 
La presunción general de riesgo no es fácil ni racionalmente sostenible cuando la relación es débil o las enfermedades son comunes en el conjunto de la población. Un criterio más eficaz puede ser analizar individualmente cada reclamación basándose en el examen de los factores individuales de riesgo y del perfil global del riesgo. La presunción general de riesgo es más fácil de aplicar a trastornos poco frecuentes con elevados riesgos relativos, en especial si éstos son exclusivos o característicos de determinadas profesiones. En la Tabla 95.1 se resumen las recomendaciones específicas, con los criterios utilizables para rechazar —o cuestionar— su existencia en cada caso concreto.

jueves, 26 de junio de 2014

Aneurisma aórtico

En pocos estudios se ha contabilizado un número de fallecimientos entre los bomberos por esta causa, suficiente para revestir significación estadística. Si bien en un estudio realizado en Toronto en 1993 se apunta una relación con el trabajo de los bomberos, debe considerarse por el momento una hipótesis no comprobada. Si por último llegase a confirmarse, la magnitud del riesgo justificaría su inclusión en la lista de enfermedades profesionales. Lógicamente, los criterios de rechazo serían la aterosclerosis severa, enfermedades del tejido conjuntivo y vasculitis asociada, así como los antecedentes de traumatismo torácico.

miércoles, 25 de junio de 2014

Enfermedades cardíacas

No existen pruebas concluyentes de un mayor riesgo global de muerte por enfermedades cardíacas. Si bien en un importante estudio se ha comprobado un exceso del 11 % y un estudio más reducido limitado a la cardiopatía isquémica indicaba un notable exceso del 52 %, en la mayoría de los estudios no se ha hallado un riesgo considerablemente mayor para la población. Aunque las estimaciones más altas sean correctas, las estimaciones del riesgo relativo son todavía muy inferiores a las que serían precisas para formular una presunción de riesgo en casos concretos. 
Existen algunos indicios, derivados principalmente de estudios clínicos, sobre la existencia de un riesgo de descompensación cardíaca aguda y de ataque cardíaco como resultado de un gran esfuerzo físico repentino y a causa de la exposición al monóxido de carbono. Si bien esta circunstancia no parece entrañar un mayor riesgo de sufrir con posterioridad un ataque cardíaco mortal, si un bombero ha sufrido efectivamente un ataque cardíaco durante un incendio o al día siguiente, parece lógico considerarlo como debido al trabajo. Por consiguiente, aunque es preciso valorar cada caso en función de las circunstancias individuales, la evidencia no demuestra la existencia de un riesgo global elevado para este colectivo.

martes, 24 de junio de 2014

Otros tipos de cáncer

Recientemente se ha podido demostrar que otros tipos de cáncer se asocian de forma más consistente con la lucha contra incendios que el cáncer de pulmón. Existen pruebas concluyentes de una estrecha relación con el cáncer del aparato genitourinario, incluidos los de riñón, uréter y vejiga. Excepto el de vejiga, estos tipos de cáncer son bastante raros, a pesar de lo cual el riesgo a que están expuestos los bomberos es elevado, cercano o superior al doble del riesgo relativo. 
Esto hace pensar, salvo que existan razones de peso para estimar lo contrario, que este tipo de cáncer está relacionado con el trabajo de los bomberos. Entre las posibles razones para dudar (o rechazar) esta conclusión en un caso concreto se cuentan el gran consumo de tabaco, la exposición laboral previa a agentes cancerígenos, la esquistosomiasis (infección parasitaria que sólo afecta a la vejiga), el abuso de analgésicos, la quimioterapia oncológica y los procesos urológicos que producen estasis y retención prolongada de la orina en el aparato urinario. Todos estos son criterios lógicos de rechazo. Aunque los hallazgos sobre el cáncer de cerebro y del sistema nervioso central recogidos en la bibliografía existente son sumamente variables, no resulta sorprendente, ya que el número de casos recogidos en todos los informes es relativamente pequeño. Parece improbable que esta relación causal se aclare en un breve período de tiempo. 
Por lo tanto, es razonable aceptar la existencia de riesgo para los bomberos basándose en las pruebas actuales. El aumento del riesgo relativo de cáncer linfático y hematopoyético parece ser extraordinariamente alto. No obstante, el reducido número de estos tipos de cáncer relativamente raros, dificulta la evaluación de la importancia de la asociación hallada en estos estudios. La poca frecuencia de estos tipos de cáncer, ha inducido a los epidemiólogos a incluirlos en una misma categoría, a efectos de efectuar generalizaciones estadísticas. La interpretación se dificulta aún más por la circunstancia de que la inclusión de estas patologías, tan distintas en una misma categoría, tiene poco sentido desde el punto de vista médico.

lunes, 23 de junio de 2014

Cáncer de pulmón

El cáncer de pulmón es el más difícil de evaluar en los estudios epidemiológicos sobre los bomberos. Se ha debatido bastante sobre si la introducción a gran escala, iniciada en los años 50, del empleo de polímeros sintéticos en los materiales de construcción y en la fabricación de mobiliario, ha contribuido a incrementar el riesgo de cáncer entre los bomberos debido a la exposición de éstos a los productos de la combustión. A pesar de la evidente exposición a los agentes cancerígenos que se inhalan con el humo, no se ha podido probar de forma consistente que el exceso de mortalidad por cáncer de pulmón guarde relación con la exposición profesional. 
Existen indicios de que el trabajo de los bomberos incrementa el riesgo de sufrir cáncer de pulmón. Esta circunstancia se aprecia especialmente entre quienes han sufrido una mayor exposición durante más tiempo. Este riesgo añadido se suma a un mayor riesgo debido al tabaco. 
Las pruebas para establecer una relación entre el trabajo de lucha contra incendios y el cáncer de pulmón, indican que existe una ligera relación causal, que no alcanza el nivel de riesgo imputable que se exige para concluir que una determinada asociación se debe “racionalmente” a la actividad laboral. Algunos casos atípicos, como la aparición de un cáncer en un bombero no fumador relativamente joven, parecen avalar esta conclusión.

domingo, 22 de junio de 2014

Riesgos para la salud

Los riesgos más graves a que están expuestos los bomberos son los traumatismos, las lesiones por calor y la inhalación de humos. Los efectos crónicos para la salud de la exposición reiterada no se han conocido bien hasta hace poco, y esta incertidumbre ha originado unas políticas heterogéneas en materia de empleo y de indemnización por accidente de trabajo. Los riesgos profesionales de los bomberos han recibido una considerable atención, debido a la conocida exposición de estos trabajadores a los agentes tóxicos. Existe una abundante bibliografía dedicada a las causas de mortalidad de los bomberos, que se ha enriquecido con la aparición, en años recientes, de varios estudios fundamentales sobre el tema, disponiéndose en la actualidad de una base de datos suficiente para los criterios dominantes en las publicaciones. La cuestión crítica, en lo que respecta a la indemnización por accidentes es si puede formularse una existencia de riesgo general para todos los bomberos. Esto implica la necesidad de determinar si cabe suponer que todos los bomberos afrontan un riesgo elevado de contraer una determinada enfermedad o un cierto tipo de lesión a causa de su profesión. 
Para satisfacer el principio probatorio general aplicable en la indemnización por accidente de trabajo, que exige una relación causal razonablemente establecida entre el factor profesional y las consecuencias (concediendo al reclamante el beneficio de la duda), la presunción general del riesgo exige demostrar que el riesgo laboral es, como mínimo, igual que el riesgo presente en el conjunto de la población. Esto se puede demostrar si el grado normal de riesgo en los estudios epidemiológicos es al menos el doble del riesgo previsto, una vez deducidas las incertidumbres en la estimación. Los argumentos contrarios a la presunción en el caso concreto e individual considerado se denominan “criterios de impugnación”, ya que pueden utilizarse para cuestionar, o rechazar, la aplicación de la presunción en un caso concreto. Existen varios factores epidemiológicos inusuales que influyen en la interpretación de los estudios sobre morbilidad y mortalidad laboral en este colectivo. 
Estos profesionales no muestran un acusado “efecto del trabajador sano” en la mayoría de los estudios de cohorte sobre mortalidad, lo que puede indicar un exceso de mortalidad debida a determinadas causas en comparación con el resto de la población activa sana y físicamente apta. Existen dos clases de efecto en el trabajador sano que pueden encubrir un exceso de mortalidad. Uno de ellos actúa en el momento de la contratación, cuando los nuevos trabajadores son seleccionados para tareas de lucha contra incendios. Debido a las enormes exigencias físicas requeridas para esta tarea, este efecto es muy fuerte, y cabe esperar que contribuya a reducir la mortalidad por enfermedad cardiovascular, especialmente en los años inmediatamente posteriores a la contratación, en los que de todos modos cabe esperar que se produzcan pocos fallecimientos. 
El segundo efecto del trabajador sano se produce si el trabajador queda discapacitado con posterioridad a su contratación por causa de una enfermedad manifiesta o subclínica y es trasladado a otro puesto o se pierde para el seguimiento. Su contribución relativamente alta al riesgo total se pierde por culpa de un cómputo por defecto. La magnitud de este efecto se desconoce, pero existen indicios racionales de que se produce entre los bomberos. Este efecto no sería evidente en el caso del cáncer, dado que, a diferencia de las enfermedades cardiovasculares, el riesgo de sufrir cáncer guarda poca relación con la capacidad física para el trabajo en el momento de la contratación.

sábado, 21 de junio de 2014

Riesgos psicológicos

Un bombero accede a escenarios de los que huyen otras personas, afrontando un riesgo personal directo mayor que en casi cualquier otra profesión civil. Durante un incendio pueden producirse numerosos percances, dado que la evolución de un gran incendio suele ser a menudo impredecible. Además de velar por su seguridad personal, el bombero tiene que preocuparse por la seguridad de otras personas amenazadas por el fuego. El salvamento de las víctimas es una actividad especialmente estresante. 
No obstante, la vida laboral de un bombero es algo más que una secuencia interminable de espera angustiosa jalonada por una serie de incidentes estresantes. En realidad, el bombero disfruta de muchos aspectos positivos en su trabajo. Pocas profesiones gozan de tanto respeto entre sus conciudadanos. Además, la seguridad en el trabajo es considerable entre los bomberos urbanos una vez que han sido contratados, y el salario suele ser bueno comparado con otros trabajos. Por otra parte, el espíritu de equipo y la camaradería son muy fuertes entre los bomberos. Estos aspectos positivos del trabajo contrarrestan los aspectos estresantes y protegen a los bomberos contra las consecuencias emocionales del estrés repetitivo. 
Al sonar la alarma, el bombero experimenta un cierto grado de ansiedad instantánea debido a la imposibilidad de predecir la situación que debe afrontar. El estrés psicológico de este momento es tan grande o, quizás mayor, que el que va a sufrir en el curso de la operación. Los indicadores psicológicos y bioquímicos del estrés han mostrado que los bomberos de guardia experimentan un estrés psicológico permanente que refleja los patrones de estrés psicológico y niveles de actividad observados subjetivamente en los puestos de servicio.

viernes, 20 de junio de 2014

Riesgos químicos - II

El monóxido de carbono es el factor de riesgo agudo más común, característico y grave para los bomberos. En efecto, la afinidad del monóxido de carbono por la hemoglobina hace que se acumule carboxihemoglobina rápidamente en la sangre al prolongarse la exposición. Los niveles de carboxihemoglobina se incrementan especialmente cuando un esfuerzo físico intenso aumenta la respiración por minuto y, en consecuencia, el aporte de la misma al pulmón de los bomberos que combaten un incendio sin equipo de protección individual. No existe una relación aparente entre la densidad del humo y la cantidad de monóxido de carbono en el aire. En particular, los bomberos deben abstenerse de fumar durante las operaciones de desescombro, en las que aún quedan rescoldos humeantes de los materiales que no han ardido totalmente, puesto que esta acción contribuye a incrementar el nivel ya elevado de monóxido de carbono en sangre. 
El cianuro de hidrógeno se produce en la combustión a menor temperatura de materiales ricos en nitrógeno, como las fibras naturales del tipo de la seda y la lana, así como de materiales sintéticos comunes, como el poliuretano y el poliacrilonitrilo. Si arden hidrocarburos combustibles a bajas temperaturas, pueden formarse hidrocarburos de bajo peso molecular, aldehídos (como el formaldehído) y ácidos orgánicos. También se forman óxidos de nitrógeno en cantidades apreciables cuando la temperatura es elevada a causa de la oxidación del nitrógeno atmosférico, y a temperaturas más bajas, si el contenido de nitrógeno del combustible es suficientemente alto. Los plásticos poliméricos entrañan riesgos específicos. Estos materiales sintéticos, que se introdujeron en la construcción y en el mobiliario en los años 50, generan al arder sustancias particularmente tóxicas. En efecto, la acroleína, el formaldehído y los ácidos grasos volátiles suelen estar presentes en los rescoldos humeantes de varios polímeros, incluidos el polietileno y la celulosa natural. 
Los niveles de cianuro aumentan al elevarse la temperatura cuando se queman poliuretano o poliacrilonitrilos; el acrilonitrilo, la piridina de acetonitrilo y el benzonitrilo se producen en cantidades entre los 800 y los 1.000 grados centígrados. Se ha recomendado el uso del cloruro de polivinilo en la fabricación de mobiliario, por considerarse que es un polímero inocuo, debido a que se destruye completamente al arder debido a su elevado contenido de cloro. Por desgracia, este material genera una gran cantidad de ácido clorhídrico y, a veces, de dioxinas si el incendio se prolonga. El peligro de los materiales sintéticos es mayor en condiciones de fuego lento humeante y sin llamas que en condiciones de elevado calor. El hormigón absorbe gran cantidad de calor y puede actuar como “esponja” de los gases atrapados que posteriormente se liberan del material poroso, lo que libera cloruro de hidrógeno y otros humos tóxicos mucho tiempo después de la extinción del incendio.

jueves, 19 de junio de 2014

Riesgos químicos - I

Más del 50 % de las muertes relacionadas con el fuego se deben a la exposición al humo, y no a las quemaduras. Uno de los factores que más contribuyen a la morbilidad y la mortalidad en los incendios es la hipoxia ocasionada por la falta de oxígeno en el ambiente, que provoca pérdida de forma física, confusión e incapacidad para escapar. Los componentes del humo, por separado y en combinación, son igualmente tóxicos. En la Figura 95.3 se muestra a un bombero provisto de un equipo autónomo de protección respiratoria, que rescata a un compañero sin equipo de protección, atrapado en la densa humareda producida por un incendio declarado en un almacén de neumáticos. (Al quedarse sin suministro de oxígeno, el bombero rescatado se quitó como pudo el equipo de respiración y tuvo la enorme fortuna de ser rescatado antes de que fuese demasiado tarde.) Todo tipo de humo, incluso el que se desprende de un incendio de madera, es peligroso y puede resultar letal si se inhala en una concentración elevada. El humo es una mezcla variable de distintos elementos, cuya toxicidad depende, esencialmente del combustible, del calor desprendido por el fuego y de la cantidad de oxígeno disponible para la combustión. Los bomberos que acuden a extinguir un incendio suelen exponerse a diversas sustancias: monóxido de carbono, dióxido de nitrógeno, cianuro de hidrógeno, dióxido de azufre, cloruro de hidrógeno, aldehídos y compuestos orgánicos, como el benceno. A distintas combinaciones de estos gases corresponden diversos niveles de riesgo. Unicamente el monóxido de carbono y el cianuro de hidrógeno se generan comúnmente en concentraciones letales en el incendio de edificios.
Figura 95.3 • Un bombero rescata a un compañero
atrapado por los humos tóxicos
producidos en el incendio de un
almacén de neumáticos.

miércoles, 18 de junio de 2014

Riesgos térmicos

Durante la extinción de un incendio puede producirse estrés por calor debido a los efectos del aire caliente, el calor radiante, el contacto con superficies calientes o el calor generado por el propio cuerpo durante el ejercicio físico, que no puede enfriarse durante el incendio. En la extinción de incendios, el estrés por calor se incrementa por las propiedades aislantes de las prendas de protección y por el esfuerzo físico, que contribuyen a generar calor en el organismo humano. El calor puede producir lesiones locales en forma de quemaduras o provocar un estrés térmico general, con el consiguiente riesgo de sufrir deshidratación, golpe de calor y colapso cardiovascular. 
El aire caliente no suele constituir, por sí solo, un grave riesgo para los bomberos. El aire seco no puede retener demasiado calor. En cambio, el vapor y el aire caliente cargado de humedad son capaces de producir graves quemaduras, debido a que el vapor de agua puede conservar mucha mayor cantidad de energía calorífica que el aire seco. Por suerte, las quemaduras por vapor no son frecuentes. 
Durante un incendio, suele producirse un fuerte calor radiante, capaz de provocar quemaduras por sí solo. La piel de los bomberos también puede sufrir alteraciones características por la exposición prolongada al calor.

martes, 17 de junio de 2014

Riesgos físicos

Los bomberos afrontan numerosos riesgos físicos que pueden originar graves lesiones corporales. Techos, suelos y paredes pueden derrumbarse de forma imprevista y atrapar a los bomberos. Las deflagraciones son propagaciones rápidas de las llamas en un espacio confinado que ocurre como resultado de la ignición repentina de sustancias gaseosas procedentes de materiales ardientes o candentes en combinación con un calentamiento excesivo del aire. Las situaciones que causan deflagraciones pueden atrapar a los bomberos o bloquear las vías de escape. El grado y el número de las lesiones pueden reducirse mediante una formación intensiva, experiencia en el puesto de trabajo, competencia y una buena aptitud física. No obstante, la naturaleza misma del trabajo somete a los bomberos a riesgos derivados de errores de cálculo, de las circunstancias o de las operaciones de salvamento. 
Algunos cuerpos de bomberos han creado bases de datos informáticas de los materiales, estructuras y riesgos potenciales que pueden encontrar en su distrito. Un rápido acceso a estas bases de datos ayuda al personal al conocimiento de los riesgos y a prever posibles situaciones de riesgo.

lunes, 16 de junio de 2014

Riesgos

Los riesgos laborales que experimentan los bomberos pueden ser físicos (principalmente estrés térmico, estrés ergonómico y condiciones inseguras), químicos y psicológicos. El nivel de riesgo que un bombero afronta en un determinado siniestro depende de los materiales en combustión, de las características de combustión del incendio, de la estructura incendiada, de la presencia de sustancias químicas distintas de los combustibles, de las medidas adoptadas para controlar el incendio, de la presencia de personas que necesitan ser rescatadas y del puesto ocupado por el bombero durante la lucha contra el fuego. Asimismo, los riesgos y niveles de exposición experimentados por los primeros bomberos que penetran en un edificio en llamas difieren de los de los compañeros que acuden más tarde o que realizan trabajos de desescombro una vez extinguidas las llamas. Tanto entre las brigadas de extinción de incendios como entre los miembros de un mismo equipo de trabajo, se suelen rotar en la realización de las diversas tareas de extinción directa. Además, entre los bomberos existen distintas categorías y grados de responsabilidad. Los capitanes acompañan y dirigen a las brigadas, pero también participan directamente en la lucha contra el fuego en el lugar del siniestro. Los jefes de bomberos dirigen el servicio contra incendios y sólo acuden a los siniestros más graves. No obstante, los bomberos pueden verse expuestos a riesgos extraordinarios en determinadas situaciones.

domingo, 15 de junio de 2014

RIESGOS DE LA LUCHA CONTRA INCENDIOS

Tee L. Guidotti* El personal de la brigada contra incendios puede trabajar a jornada completa, a tiempo parcial, en régimen de pago por servicios prestados, sin cobrar, servicios voluntarios o una combinación de estos sistemas. El tipo de organización elegido dependerá del tamaño de la comunidad, del valor de la propiedad protegida, de los riesgos concretos de incendio y del número de llamadas recibidas habitualmente. Así, las poblaciones importantes precisan de brigadas contra incendios dotadas de todos sus efectivos y plenamente equipadas con los medios adecuados. 
En las poblaciones pequeñas, urbanizaciones y zonas rurales con escaso número de llamadas, se cuenta normalmente con voluntarios o bomberos que cobran por cada servicio, bien para completar la totalidad de la dotación del equipo de lucha contra incendios, o para prestar ayuda a brigadas permanentes que normalmente cuentan con unos efectivos mínimos. 
Aunque existen cuerpos de bomberos voluntarios eficaces y perfectamente equipados, las poblaciones grandes precisan un cuerpo permanente de bomberos profesionales. Ciertamente, un cuerpo de bomberos voluntarios o a tiempo parcial no es idóneo para realizar un trabajo de vigilancia continua para la prevención de incendios, que constituye una parte esencial de la actividad de un moderno cuerpo de bomberos. Además, los voluntarios y bomberos que cobran por servicios prestados pueden tener otros trabajos, que deberán abandonar durante un tiempo, con el consiguiente perjuicio para las empresas. 
Si no existe un cuerpo de bomberos permanente, los voluntarios deben presentarse en la central de incendios antes de acudir a una llamada, lo que supone una cierta demora. Si la plantilla de bomberos profesionales es escasa, es imprescindible contar con un refuerzo de bomberos voluntarios o a tiempo parcial. Asimismo, se debe contar con una reserva disponible para prestar auxilio a los cuerpos de bomberos de la vecindad dentro de una política de mutua ayuda. 
La profesión de bombero es única, en cuanto que su trabajo se considera peligroso y sucio, pero indispensable e, incluso, prestigioso. Los bomberos son objeto de reconocimiento público por la indispensable labor que realizan. Estos trabajadores son conscientes de los riesgos y de que su trabajo entraña una exposición periódica a sustancias extremas de estrés. Además, los bomberos están también expuestos a graves riesgos físicos y químicos hasta cierto punto poco comunes entre los trabajadores de otros sectores.

sábado, 14 de junio de 2014

METODOS DE EXTINCION DE INCENDIOS - III

Los bomberos deben situar en primer lugar la seguridad, tener una actitud sensible hacia la seguridad y en el contexto de una estructura organizativa que promueva la seguridad. Además, se les debe suministrar ropa de protección adecuada que les permita libertad de movimientos y les proteja contra el calor. El bombero que combate fuegos estructurales debe llevar trajes resistentes al fuego (ignífugos) y un equipo autónomo de protección respiratoria. 
El tipo de ropa a utilizar suele estar en función de los tipos de riesgos a que está expuesto el bombero fuera de la zona del incendio en la línea de lucha contra el fuego; el bombero urbano se suele mover en el interior de una estructura donde se produce un calor intenso y se da la presencia de gases tóxicos. Los cascos, botas y guantes proporcionan a los bomberos la protección adecuada frente a los riesgos a que están expuestos. Las dotaciones de bomberos precisan una formación específica que asegure a sus miembros la adquisición de los conocimientos y habilidades necesarias para realizar su trabajo de forma segura y eficaz. La formación suele consistir en un programa de entrenamiento en el mismo cuerpo, en el que se combina la formación en el puesto de trabajo con estudios teóricos concretos. 
La mayoría de las administraciones públicas provinciales y estatales cuentan con organismos cuya función es desarrollar diversos programas de formación. Norteamérica está a la cabeza del mundo en las estadísticas de daños materiales, y muchos de sus organismos públicos tienen establecidos programas de prevención destinados a reducir las pérdidas materiales y de vidas humanas en sus respectivos territorios. La evidencia estadística de que es más barato prevenir que reconstruir, ha impulsado a las administraciones más emprendedoras a realizar una campaña divulgativa de educación pública y aplicación de la normativa. 
Por otra parte, sólo el 10 % de las empresas que sufren un siniestro total debido al fuego consiguen ser reconstruidas. Esto hace que las pérdidas causadas por el fuego en una comunidad puedan ser inmensas, ya que al coste de la reconstrucción se añade la pérdida irrecuperable de ingresos fiscales, puestos de trabajo y vidas humanas. Esto pone de relieve la importancia de la colaboración del cuerpo de bomberos con la comunidad en un esfuerzo por proteger la vida y la propiedad.

viernes, 13 de junio de 2014

METODOS DE EXTINCION DE INCENDIOS - II

En la Figura 95.2 se muestra un bombero provisto de equipo de protección individual que combate un incendio en un edificio con una manguera de extinción de incendios. Estas operaciones entrañan los mayores riesgos de sufrir lesiones, con independencia de las herramientas utilizadas y de las operaciones realizadas. Son especialmente frecuentes las lesiones de espalda, las distensiones musculares, las lesiones producidas por caídas y el estrés por calor. La frecuencia de los trastornos cardiopulmonares entre los bomberos se atribuye en parte a la presencia de gases tóxicos y al nivel de actividad física exigido en las áreas de incendios. Esto ha inducido a muchos cuerpos de bomberos a incorporar en sus departamentos programas de aptitud física junto con programas de seguridad total. En muchos lugares se han puesto en práctica medidas para reducir el estrés producido por los incidentes graves, dado que los bomberos afrontan situaciones que pueden generar graves reacciones emocionales. Estas reacciones son normales ante situaciones sumamente anómalas. 
La misión del cuerpo de bomberos consiste en preservar la vida y la propiedad; por consiguiente, la seguridad en el escenario de un incendio es de capital importancia. El aumento de la seguridad en el lugar del incendio subyace en muchas de las operaciones que se analizan en este artículo. Muchos de los peligros que acechan en los incendios se deben a la naturaleza misma del fuego. 
Así, el retroceso de llama y la deflagración pueden ser mortales para los bomberos. El retroceso de llama se debe a la introducción de aire en una zona recalentada en la que se ha consumido el oxígeno. La deflagración es la acumulación de calor en una zona hasta que, de repente, se incendia todo lo que hay en ese área. Ambos fenómenos reducen el nivel de seguridad y contribuyen a incrementar los daños materiales. La ventilación es uno de los métodos de control que utilizan los bomberos; sin embargo, el aumento de la ventilación puede producir graves daños materiales. 
A menudo se observa como los bomberos rompen ventanas o practican agujeros en el techo, con lo que la intensidad del fuego parece recrudecerse. Esto se debe a que el humo y los gases tóxicos escapan de la zona del incendio. No obstante, se trata de una medida imprescindible en la lucha contra incendios. Se debe prestar especial atención al posible desplome de los techos, al establecimiento de una vía de salida rápida y, al uso de mangueras de apoyo para proteger al personal y la propiedad.

jueves, 12 de junio de 2014

METODOS DE EXTINCION DE INCENDIOS - I

La extinción de incendios es una de las funciones más valorada, pero también más peligrosa, del mundo. Quien ingresa en un cuerpo de bomberos lo hace en una institución tradicionalmente rica en dedicación, altruismo y acciones humanitarias. 
El trabajo de los bomberos no es fácil. Exige elevadas dosis de dedicación personal, verdadera vocación de ayudar al prójimo e identificación con una profesión que exige una cualificación elevada y que expone a quienes la ejercen a un alto nivel de riesgo personal. Siempre que se produce un siniestro, el cuerpo de bomberos es de los primeros en acudir al lugar del desastre, en el que las condiciones no siempre son favorables. Hay que trabajar duro y rápido, en circunstancias que ponen a prueba la capacidad de resistencia. No todos los siniestros están asociados al fuego. 
También se producen socavones, derrumbamientos de edificios, accidentes de circulación y de aviación, tornados, incidentes con mercancías peligrosas, desórdenes, operaciones de rescate, explosiones, riadas y urgencias médicas. Las posibles situaciones de emergencia son infinitas. Todos los bomberos utilizan idénticas tácticas y estrategias para combatir el fuego. 
Las estrategias son simples: combatir el fuego con sistemas activos o reactivos; en todo caso, el objetivo es siempre el mismo: apagar el incendio. En las zonas urbanas, la lucha contra incendios conlleva una lucha estructural (el tratamiento de los incendios forestales se analiza en el capítulo dedicado a Bosques). La labor de los bomberos comprende la manipulación de mercancías peligrosas y luchar contra el agua y el hielo, así como salvamento en altura y la prestación de primeros auxilios. 
Los trabajadores del servicio de bomberos deben estar dispuestos a prestar sus servicios las 24 horas del día. En la Figura 95.1 se indican las prioridades tácticas de los bomberos en su lucha contra el fuego. En estas operaciones se pueden emplear mangueras en líneas de ataque, líneas de refuerzo y líneas de suministro. Otros equipos de trabajo usados normalmente son las escaleras y herramientas cortantes, como hachas y picos. Se emplean igualmente equipos especiales, como lonas de salvamento y medios hidráulicos de rescate, que los bomberos deben conocer y saber usar.

miércoles, 11 de junio de 2014

Medidas de prevención

Aunque el enfoque preventivo varía en función de cada tipo de trabajo, algunas medidas son comunes a todos o casi todos ellos. En muchos empleos se exige actualmente a los trabajadores que participen en el proceso denominado de “investigación de incidentes graves” después de ocurrir los mismos. Durante el interrogatorio, el sujeto comenta el incidente en presencia de un especialista en salud mental, con el objeto de conocer su impresión sobre el incidente y su opinión respecto a su propia actuación. El proceso de "investigación de incidentes graves", ha demostrado gran eficacia en la prevención de problemas posteriores derivados de dichos incidentes, como el síndrome de estrés postraumático. 
El proceso de selección de los policías y bomberos suele consistir en unas pruebas rigurosas de aptitud física en el momento de la contratación y, en muchos servicios, se exigen programas de ejercicios y de formación permanente para mantener esa aptitud física. Aunque el objetivo central de estos programas es mantener un nivel satisfactorio y constante de rendimiento, uno de sus efectos adicionales es el de reducir la probabilidad de lesiones. 
El riesgo de infección es difícil de prever, debido a que las víctimas no siempre muestran síntomas externos de estar infectadas. Actualmente se instruye al personal de urgencias en la adopción de “precauciones generales” para manipular fluidos corporales, y en el uso de equipos de protección, tales como guantes y gafas de seguridad, antes de exponerse al contacto con dichos fluidos. Sin embargo, con frecuencia tales incidentes son imprevisibles o difíciles de controlar si la víctima se muestra violenta o irracional. En caso de riesgo elevado, se aconseja la vacunación contra la hepatitis B. Asimismo, se recomienda el empleo de equipos de reanimación desechables para reducir el riesgo de transmisión de enfermedades infecciosas. Hay que tener especial cuidado con agujas y otros objetos cortantes o punzantes. 
Cualquier mordisco producido por una persona debe limpiarse cuidadosamente y tratarse con penicilina u otros antibióticos similares. Si se confirma la infección por VIH de la persona a cuyo contacto ha estado expuesto el trabajador o se sospecha la transmisión del virus a partir del pinchazo de una aguja o de otro contacto peligroso con sangre u otros fluidos corporales, debe consultarse con un médico la conveniencia de administrar fármacos antivíricos que reduzcan las posibilidades de infección del trabajador. 
La transmisión de la tuberculosis a un trabajador expuesto puede confirmarse mediante pruebas dermatológicas y tratarse con medidas profilácticas antes de que se convierta en una enfermedad grave. Otras medidas preventivas son específicas para cada profesión en particular.

martes, 10 de junio de 2014

Riesgos laborales

El peligro que acecha en mayor medida a todos estos trabajadores es el estrés. Están especialmente sujetos a las denominadas situaciones críticas, que se perciben como un peligro grave o incierto, pero en todo caso probablemente serio, que el sujeto no puede eludir. A diferencia del público en general, el trabajador que ejerce alguna de estas profesiones no puede pasar de largo ni abandonar el lugar, y buena parte de su autoestima proviene del modo en que afrontan estas situaciones. Los trabajadores que sobreviven a situaciones críticas suelen atravesar períodos de negación, seguidos de períodos de depresión y de comportamiento confuso. Sus pensamientos se llenan de imágenes de lo que han vivido y de sentimientos de culpa o de incapacidad. 
Les cuesta concentrarse en lo que hacen y pueden sufrir pesadillas. Las situaciones más críticas se asocian a los casos en que la víctima ha muerto por causa de un error o porque el trabajador no ha podido rescatarla, a pesar de sus esfuerzos. En muchas de estas profesiones se incluyen también operaciones de salvamento y estabilización de personas que pueden padecer enfermedades infecciosas. Las infecciones más problemáticas son el SIDA y la infección por VIH en general, las hepatitis B y C y la tuberculosis. Tanto el virus del VIH como los de las hepatitis B y C se transmiten a través de los líquidos corporales, por lo que pueden entrañar un peligro para el personal de control de urgencias si existen heridas sangrantes o el trabajador recibe un mordisco. En la actualidad se suele instruir al personal urgencias para que trate a todas las personas (sean víctimas o delincuentes) como potencialmente infectadas e infecciosas. Las precauciones contra el contagio del VIH se exponen en otro capítulo. La tuberculosis se transmite a través de la tos y los esputos. 
El riesgo es especialmente grave en la reanimación de pacientes con tuberculosis activa, patología cada vez más frecuente en las barriadas más deprimidas de muchas ciudades. El riesgo de sufrir lesiones es común a todas estas profesiones. En efecto, todo incendio entraña una inseguridad, y el peligro inherente al fuego se combina con el riesgo de desplome de las estructuras, hundimiento de los suelos, caídas de objetos y caídas de altura. Evidentemente, la violencia es un riesgo más común para la policía y las unidades de combate de las fuerzas armadas, puesto que su objetivo consiste precisamente en controlar la violencia. No obstante, al margen de la violencia, existen riesgos potenciales de sufrir accidentes traumáticos de circulación, en el manejo incorrecto de armas y, en especial entre los militares, se pueden producir lesiones laborales en la realización de operaciones auxiliares. 
El personal de control de sustancias peligrosas se ve en la obligación de manipular diversas sustancias químicas desconocidas que entrañan un riesgo de explosión o incendio además de sus propiedades tóxicas. Los riesgos potenciales para la salud varían sustancialmente de una profesión a otra. Aparte de los efectos del estrés y del peligro de transmisión de enfermedades infecciosas anteriormente indicados, los riesgos sanitarios varían de una profesión a otra.

lunes, 9 de junio de 2014

SERVICIOS DE SEGURIDAD Y DE EMERGENCIA

La función de los servicios de seguridad y de emergencia es hacer frente a situaciones excepcionales que suponen riesgos graves. Por lo tanto, las personas que trabajan en tales servicios deben afrontar hechos y situaciones que sobrepasan la experiencia normal de los seres humanos en su vida cotidiana. Aunque cada profesión tiene sus riesgos, peligros y tradiciones, todas comparten algunas características: 
• períodos prolongados de relativa tranquilidad o rutina, interrumpidos bruscamente por períodos de gran tensión psicológica 
• períodos prolongados de relativa inactividad, interrumpidos bruscamente por períodos de intensa actividad física 
• estrictos códigos de conducta y niveles altos de rendimiento, acompañados frecuentemente de instrucciones precisas sobre el modo de hacer el trabajo y de sanciones en caso de incumplimiento
• riesgo personal; el trabajador se expone a unos riesgos que no son frecuentes para el resto de la comunidad 
• un objetivo primario de rescatar o proteger a quienes no pueden salvarse por sí mismos 
• un objetivo secundario de evitar daños o la destrucción de la propiedad 
• trabajo en equipo en condiciones de tensión 
• una jerarquía o “cadena de mando” rígida, diseñada para evitar inseguridad y asegurar la observancia de los procedimientos 
La forma de organización y los medios aplicados para la realización de las tareas asignadas a estos servicios varían según los casos. Las condiciones en que se realizan estas tareas influyen en la actitud ante el trabajo y en la forma de enfocarlo. Es posible que estas diferencias se comprendan mejor analizando el objeto de control de cada servicio de emergencia. La lucha contra incendios quizá sea el servicio de seguridad y de emergencia más emblemático. Históricamente, surgió como un medio de prevenir o reducir los daños producidos por el fuego en las propiedades, y se desarrolló como un servicio privado, en el que los trabajadores se esforzaban por salvar los comercios y las viviendas de las personas que pagaban sus primas de seguro y dejaban arder las propiedades de otras personas, aunque fuesen colindantes. La sociedad pronto descubrió que los servicios privados contra incendios eran ineficaces y que sería mucho más útil y práctico hacerlos públicos. De este modo, la lucha contra incendios se convirtió en un servicio municipal o de la administración local en muchos países del mundo. No obstante, subsisten servicios privados de lucha contra incendios en la industria, en muchos aeropuertos y en otros marcos, en los que colaboran con los servicios municipales. Por regla general, los cuerpos de bomberos disfrutan del respeto y la confianza de la comunidad. El objeto de control o “enemigo” en la lucha contra incendios es el fuego, que constituye una amenaza externa. Si un bombero sufre una lesión en el lugar de trabajo, el hecho se percibe como consecuencia de un agente externo, aunque también podría ser una agresión indirecta si el incendio fuera provocado. 
Los servicios de policía y las fuerzas armadas tienen encomendado el mantenimiento del orden público, generalmente en respuesta a una amenaza interna (como la delincuencia) o externa (como la guerra). Las fuerzas armadas constituyen el medio fundamental para el cumplimiento de este mandato, utilizando como procedimiento normal las tácticas y los métodos de investigación (inteligencia militar o investigación criminal) más adecuados. La alta probabilidad de abuso y de uso indebido de la fuerza ha inducido a la sociedad en general a imponer unos límites estrictos sobre la forma de utilizar esa fuerza, en particular frente a los ciudadanos. La policía es objeto de una vigilancia más estrecha que otros cuerpos de seguridad y emergencia, con el fin asegurarse que utilizan correctamente la fuerza que monopolizan, lo cual induce a muchos funcionarios de policía a pensar que no se confía en ellos. Para los policías y militares, el objeto de control, o el “enemigo”, son otros seres humanos. Esta situación genera una serie de incertidumbres, sentimientos de culpa e interrogantes respecto a los derechos y al comportamiento adecuado que los bomberos no deben sufrir. Cuando un policía o un militar resultan lesionados en el cumplimiento del deber, suele ser como consecuencia directa de las acciones voluntarias llevadas a cabo contra ellos. La responsabilidad del personal de salvamento y paramédico consiste en rescatar, estabilizar y prestar los primeros auxilios a las personas lesionadas, enfermas o atrapadas en situaciones que no pueden superar por sí solas. 
A menudo, trabajan hombro con hombro con el personal de lucha contra incendios y con la policía. Para ellos, el objeto de control es el paciente o la víctima que tratan de ayudar y que en modo alguno es un “enemigo”. En estas profesiones, los aspectos éticos y morales adquieren especial protagonismo si la víctima es en parte responsable de su situación, como cuando un conductor sufre una intoxicación etílica o un paciente se niega a tomar la medicación. 
A veces las víctimas no actúan de forma racional, están enfadadas o en una situación de estrés y pueden adoptar un comportamiento amenazador o insultante, lo que resulta embarazoso y frustrante para el personal de salvamento y paramédico, que cree cumplir su obligación en circunstancias poco favorables. Si una de estas personas se lesiona en el lugar de trabajo, esta circunstancia se percibe casi como un abandono, dado que intentaban auxiliar a la víctima. Los trabajadores que utilizan sustancias y preparados peligrosos suelen formar grupos que se integran en los servicios de lucha contra incendios y adoptan una estructura organizativa similar, aunque en menor escala. Estos equipos realizan evaluaciones y adoptan las medidas iniciales de control de los riesgos químicos o físicos que pueden suponer un peligro para el público en general. 
El personal de control de residuos peligrosos se integra en unas estructuras menos rígidas que las otras categorías profesionales y se dedica a resolver problemas sobre los que ya se ha experimentado durante algún tiempo. En ambos casos, los trabajadores afrontan un riesgo potencial cuyo principal problema es la incertidumbre. 
A diferencia de las otras profesiones, en las que el objeto de control era evidente, estos trabajadores se esfuerzan por controlar un riesgo cuya identificación puede resultar difícil. Incluso si se conoce la naturaleza del peligro o de la sustancia química que lo causa, el riesgo de contraer cáncer u otra enfermedad a largo plazo suele ser una incógnita. Con frecuencia los trabajadores ignoran si se trata de una lesión debida al trabajo, dado que los efectos de la exposición a sustancias químicas pueden tardar muchos años en manifestarse.

domingo, 8 de junio de 2014

Referencias

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sábado, 7 de junio de 2014

Centros de enseñanza primaria y secundaria

Los centros de enseñanza primaria y secundaria presentan muchos de los problemas medioambientales y de salud pública de las escuelas universitarias y las universidades, sólo que a una escala inferior. Sin embargo, los colegios y distritos escolares suelen carecer de programas eficaces para la gestión de los residuos. Un problema grave que afecta a numerosos centros docentes es la evacuación de éter explosivo y ácido pícrico acumulado en los laboratorios escolares durante muchos años (National Research Council 1993). Los intentos de evacuar estos materiales por parte de personal no cualificado han dado lugar en varios casos a explosiones. Otra dificultad es la existencia de numerosos centros educativos situados a gran distancia dentro de un mismo distrito escolar. Esta dispersión puede complicar la centralización de los programas de gestión de residuos peligrosos al obligar a transportar estos materiales por carreteras públicas.

viernes, 6 de junio de 2014

Escuelas universitarias y universidades - II

Algunas instituciones ubicadas en áreas urbanas pueden recurrir en gran medida a la comunidad externa para servicios esenciales como la policía, la protección contra incendios y las actuaciones en caso de emergencia. La gran mayoría de las grandes y medianas instituciones establecen sus propios servicios de seguridad pública en los campus, a menudo en estrecha colaboración con entidades externas. En muchas ciudades universitarias, la institución educativa es la mayor empresa y, en consecuencia, cabe esperar de ella que ofrezca protección a la población que la sostiene. Los centros universitarios han dejado de estar alejados de las comunidades en que se ubican. Se ha ampliado la proporción de personas que pueden acceder a la formación entre las mujeres, las personas maduras y los discapacitados. La propia naturaleza de las instituciones educativas las coloca en una situación de riesgo específico, pues albergan una población vulnerable en la que se valora el intercambio de ideas y opiniones contrapuestas, pero donde el concepto de libertad de enseñanza no siempre se equilibra con el de responsabilidad profesional. En los últimos años, las instituciones docentes han registrado un aumento de los actos de violencia hacia los miembros de la comunidad educativa cometidos tanto por agentes externos como por componentes de su estructura. Estos actos han dejado de ser sucesos extraordinariamente infrecuentes. A menudo, los campus son escenario de manifestaciones, grandes concentraciones públicas y acontecimientos políticos y deportivos que requieren la adopción de medidas para la seguridad y el control de los asistentes. La adecuación de los servicios encargados de estas funciones, así como de los planes de respuesta de emergencia y de recuperación en caso de catástrofe, debe ser objeto de una evaluación constante y de una actualización periódica con el fin de satisfacer las necesidades de la comunidad. Hay que tener en cuenta las tareas de detección y control de riesgos al establecer los programas de práctica deportiva, planificar las excursiones y desarrollar diversas actividades recreativas. Son necesarios servicios médicos de urgencia incluso para las actividades efectuadas fuera del campus. La gestión de la seguridad personal mejora con la formulación de programas de información y educación sobre riesgos. 
Deben abordarse las cuestiones de salud pública relacionadas con la vida en el campus, como el control de las enfermedades contagiosas, la higiene de los servicios de alimentación y los alojamientos, y el suministro de agua potable, aire limpio y terrenos no contaminados. Hay que adoptar programas de inspección, evaluación y control. La formación del alumnado en estas materias suele encargarse al personal de servicio a los estudiantes, aunque los profesionales de la salud y la seguridad en el trabajo también suelen participar. La educación en materia de enfermedades de transmisión sexual, consumo abusivo de drogas y alcohol, patógenos presentes en la sangre, estrés y enfermedades mentales reviste especial importancia en las comunidades universitarias, donde los comportamientos de riesgo pueden aumentar la probabilidad de exposición a los riesgos asociados. Debe disponerse de servicios médicos y psicológicos.

jueves, 5 de junio de 2014

Escuelas universitarias y universidades - I

Los recintos que albergan grandes instituciones como escuelas universitarias y universidades pueden compararse a pequeñas ciudades por el tamaño de su población, el área geográfica, el tipo de servicios básicos necesarios y la complejidad de las actividades que se llevan a cabo. Además de los riesgos para la salud y la seguridad de carácter profesional generados en dichas instituciones (analizados en el capítulo Servicios públicos y gubernamentales), es necesario abordar una amplia gama de motivos de preocupación relacionados con el hecho de que un gran número de personas vivan, trabajen y desarrollen su actividad académica en un área delimitada. 
La gestión de residuos en los campus suele ser un difícil reto. La legislación medioambiental en muchas jurisdicciones exige un control estricto de las emisiones de agua y gas producidas por las actividades de enseñanza, investigación y prestación de servicios. En ciertas situaciones, las inquietudes expresadas por la comunidad externa pueden exigir una actuación en materia de relaciones públicas. En los programas de evacuación de residuos químicos y sólidos, deben tenerse en cuenta factores profesionales, medioambientales y relacionados con la salud de la colectividad. La mayoría de las grandes instituciones disponen de programas globales para la gestión de los distintos residuos generados: sustancias químicas tóxicas, isótopos radioactivos, plomo, amianto, residuos biomédicos, basura, desechos líquidos y materiales de construcción. Un problema planteado es la coordinación de estos programas en los campus, debido al gran número de departamentos diferentes, que suelen adolecer de una comunicación deficiente entre sí. Las escuelas universitarias y las universidades difieren de las empresas por las cantidades y los tipos de residuos peligrosos producidos. 
Por ejemplo, los laboratorios de los campus suelen generar cantidades limitadas de sustancias químicas peligrosas muy variadas. Los métodos de control de este tipo de residuos pueden consistir en la neutralización de ácidos y álcalis, la recuperación de disolventes a pequeña escala mediante la destilación y el empaquetado “de laboratorio”, caracterizado por la colocación de pequeños contenedores de sustancias químicas peligrosas y compatibles en tambores separados por serrín u otros materiales de embalaje para evitar roturas. Puesto que los campus pueden generar grandes cantidades de residuos de papel, cristal, metal y plástico, es posible aplicar programas de reciclado como demostración de responsabilidad colectiva y como parte de la función educativa.

miércoles, 4 de junio de 2014

CUESTIONES AMBIENTALES Y DE SALUD PUBLICA

Las instituciones educativas son responsables de garantizar que sus instalaciones y sus prácticas se ajusten a las disposiciones legislativas en materia de salud pública y cumplan con normas reconocidas de precaución para con los trabajadores, los alumnos y la comunidad circundante. En general, la legislación sobre salud y seguridad en el trabajo no contempla a los alumnos, pero los centros docentes deben adoptar hacia ellos como mínimo las mismas medidas de prevención exigidas por la legislación para proteger a los trabajadores. Además, las instituciones educativas tienen la obligación moral de instruir a los alumnos sobre las cuestiones de seguridad personal, pública, profesional y medioambiental que les incumben y que afectan a sus actividades.

martes, 3 de junio de 2014

PROBLEMAS DE SALUD Y PAUTAS PATOLOGICAS - II

La enseñanza es una actividad que suele caracterizarse por un considerable grado de estrés, absentismo y agotamiento. Las fuentes de estrés del profesorado son muchas y pueden variar con el nivel de docencia. Se trata de preocupaciones de carácter administrativo y relacionadas con los planes de estudios, la progresión en la carrera profesional, la motivación de los estudiantes, el tamaño de las aulas, el conflicto entre papeles y la seguridad en el puesto de trabajo. Otras causas de estrés residen en la obligación de soportar el mal comportamiento de los alumnos y, en ocasiones, la violencia y la presencia de armas en las aulas, además de los riesgos físicos o medioambientales como el ruido. Por ejemplo, los niveles de ruido aconsejables en una clase deben oscilar entre los 40 y los 50 decibelios (dB) (Silverstone 1981); sin embargo, en un estudio realizado en varios centros docentes, se registraron niveles medios situados entre los 59 y los 65 dB (Orloske y Leddo 1981). 
Los profesores pluriempleados tras la jornada de trabajo ordinaria o durante el verano pueden verse expuestos a otros riesgos propios del lugar de trabajo que pueden afectar a su rendimiento y su salud. El hecho de que la mayoría de los profesores sean mujeres (en Estados Unidos, un 75 %) plantea la cuestión de cómo puede afectar a su salud el doble papel desempeñado como trabajadoras y madres. No obstante, en varios estudios se indica que, a pesar de los altos niveles de estrés detectados, la proporción de muertes producidas por enfermedades cardiovasculares en la población de profesores es inferior a la de otras profesiones (Herloff y Jarvholm 1989), lo que podría deberse a una menor incidencia del tabaquismo y del consumo de alcohol. Hay una preocupación cada vez mayor por la posibilidad de que algunos entornos escolares contengan materiales cancerígenos como el amianto, campos electromagnéticos (CEM), plomo, plaguicidas o radón y posean una atmósfera contaminada (Regents Advisory Committee on Environmental Quality in Schools 1994). La exposición al amianto es causa de especial preocupación para el personal de seguridad y mantenimiento. Se ha documentado una elevada prevalencia de anormalidades asociadas a enfermedades derivadas del amianto en este tipo de trabajadores (Anderson y cols. 1992). Las concentraciones atmosféricas de dicho material en algunos centros docentes superan a las registradas en otros edificios (Lee y cols. 1992). Algunos centros escolares se construyeron cerca de líneas eléctricas de alta tensión que son fuentes de CEM. La exposición a estos campos también se produce por contacto con pantallas de vídeo o con instalaciones eléctricas al descubierto. 
Algunos estudios vinculan una exposición excesiva a CEM con la incidencia de leucemia, cáncer de mama y tumores cerebrales (Savitz 1993). Otro motivo de preocupación es el contacto con plaguicidas aplicados para controlar la propagación de insectos y otras plagas en los centros docentes. Se ha avanzado la hipótesis de que los residuos de plaguicidas medidos en el suero y los tejidos adiposos de las pacientes con cáncer de mama pueden estar relacionados con el desarrollo de esta enfermedad (Wolff y cols. 1993). La existencia de una proporción mayoritaria de mujeres en el profesorado ha dado lugar a preocupaciones sobre los posibles riesgos de contraer cáncer de mama. En varios estudios se registra un aumento no explicado de las tasas de esta enfermedad. Los certificados de defunción de 23 estados de Estados Unidos entre 1979 y 1987 arrojan unos índices de mortalidad proporcional (IMP) por cáncer de mama de 162 para las profesoras de raza blanca y 214 para las de raza negra (Rubin y cols. 1993). También se observó un aumento de estos índices entre el profesorado del área de Nueva Jersey y Portland-Vancouver (Rosenman 1994; Morton 1995). Aunque este crecimiento de los IMP registrados no se ha vinculado hasta el momento a factores medioambientales específicos u otros factores de riesgo conocidos en relación con el cáncer de mama, ha dado lugar a una mayor sensibilización de las organizaciones de profesores respecto de esta enfermedad y a la generalización de las campañas de exploración y detección precoz.

lunes, 2 de junio de 2014

PROBLEMAS DE SALUD Y PAUTAS PATOLOGICAS - I

Los profesores conforman un segmento amplio y cada vez mayor de la población activa en muchos países. Por ejemplo, en Estados Unidos, más de 4,2 millones de trabajadores fueron incluidos en 1992 en la categoría general de profesores, desde los que imparten formación preescolar hasta los universitarios. Además de los profesores que desarrollan su actividad en las aulas, otros profesionales y técnicos prestan sus servicios en los centros docentes, como el personal de seguridad y de mantenimiento, de enfermería, del servicio de comedor y los mecánicos. Tradicionalmente, la enseñanza no se ha considerado una profesión que conlleve la exposición a sustancias peligrosas. En consecuencia, son pocos los estudios realizados sobre los problemas de salud derivados de esta actividad. Con todo, los profesores y otros miembros de la plantilla de los centros docentes pueden verse expuestos a una amplia gama de riesgos físicos, químicos, biológicos o de otro tipo. La contaminación atmosférica en el interior es una causa importante de enfermedades graves entre los profesores. La fuente principal de esta forma de contaminación es un mantenimiento inadecuado de los sistemas de calefacción, ventilación y aire acondicionado. La contaminación de estos sistemas puede provocar enfermedades respiratorias y dermatológicas agudas. Los edificios de reciente construcción o renovados liberan sustancias químicas, polvo y vapores a la atmósfera. Otras fuentes de contaminación atmosférica en el interior son los techos, los aislamientos, las alfombras, las cortinas y los muebles, la pintura, el calafateo y otras sustancias químicas. 
Los daños provocados por el agua y no reparados, como las goteras, pueden dar lugar al desarrollo de microorganismos en los materiales de construcción y en los sistemas de ventilación y a la emisión de aerosoles biológicos que afectan al sistema respiratorio de profesores y estudiantes por igual. La contaminación de los edificios escolares por microorganismos puede causar enfermedades graves como neumonía, infecciones de las vías respiratorias superiores, asma y rinitis alérgica. El personal docente especializado en determinados campos técnicos puede verse expuesto a riesgos profesionales específicos. Por ejemplo, los profesores de artes y oficios suelen entrar en contacto con diversas sustancias químicas como disolventes orgánicos, pigmentos y tintes, metales y compuestos metálicos, minerales y plásticos (Rossol 1990). Otros materiales utilizados en este tipo de formación pueden provocar reacciones alérgicas. La exposición a muchas de estas sustancias está estrictamente regulada en los lugares de trabajo de las empresas, pero no en las aulas. Los profesores de química y biología manipulan sustancias químicas tóxicas como los formaldehídos y se exponen a otros riesgos biológicos en los laboratorios de los centros docentes. Los profesores de talleres trabajan en entornos cargados de polvo y pueden entrar en contacto con grandes cantidades de polvo de madera y materiales de limpieza, así como soportar niveles de ruido elevados.

domingo, 1 de junio de 2014

Programas de salud y seguridad

Es importante que las escuelas asuman su responsabilidad en materia de formación de los profesores de arte y de los gestores en lo que respecta a los riesgos potenciales derivados de los materiales y procesos aplicados, y al modo de proteger a los estudiantes y a sí mismos. Una administración escolar prudente procederá a la formulación por escrito de programas, procedimientos y políticas de salud y seguridad, garantizará su cumplimiento, impartirá una formación regular en materia de seguridad y demostrará un interés real por enseñar el modo de crear arte en condiciones de seguridad.